María y Gregorio Martínez Sierra

This page is © Mario Lerena 2016

Last updated February 22nd 2016

Mail Christopher Webber or visit his Homepage


MarĂ­a de la O Lejárraga (1874-1974)Gregorio Martínez Sierra (1881-1947)

El matrimonio formado por María y Gregorio Martínez Sierra constituye una de las parejas más enigmáticas y singulares de las letras hispanas. Su colaboración, en cualquier caso, resultó clave para la difusión del Modernismo literario de comienzos del s. XX, así como para el desarrollo del teatro musical en España. No en vano supieron asociarse a algunos de los más prestigiosos compositores de su tiempo, como Giménez (La suerte de Isabelita, Lirio entre espinas, 1912), Lleó (La República del Amor, 1908; La Tirana, 1913), Vives (Bergamino, 1922), Usandizaga, Turina, Falla o del Campo; cosechando importantes éxitos de proyección nacional e internacional.

María de la O Lejárraga nació en el histórico pueblecito riojano de San Millán de la Cogolla el 28 de diciembre de 1874. Hija de un médico rural, recibió toda su formación escolar de su madre, Natividad García, mujer de gran cultura. Siendo aún niña se trasladó a Madrid con su familia. Estudió Comercio y Magisterio y, en 1897, obtuvo por oposición una plaza de maestra en las escuelas municipales de Madrid. Por entonces compartía ya amistad e inquietudes literarias con Gregorio Martínez Sierra (6 de mayo de 1881 – 1 de octubre de 1947), un estudiante de Filosofía y Letras seis años menor que ella, descendiente de una familia de industriales. Antes de casarse, la pareja había publicado conjuntamente seis libros, si bien el nombre de soltera de María tan sólo figuraba en un volumen de Cuentos breves (1899).

Tras su boda, en 1900, todas sus creaciones aparecerían firmadas en solitario por su marido Gregorio. Aun así, está acreditada la participación preeminente de María en la redacción íntegra de la mayor parte de estos trabajos, incluidas múltiples traducciones y adaptaciones dramáticas (de Shakespeare, G.B. Shaw, Maeterlinck, Ibsen, Ionesco…); un hecho bien conocido en los medios artísticos de la época. La complicidad de Gregorio, por su parte, aportó a esta producción unas buenas habilidades gestoras y de relaciones públicas. Dichas facultades quedaron tempranamente de manifiesto en la excepcional revista literaria Helios (1903–4), que reuniría a las más lúcidas plumas del momento; entre otras, las de Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez, Unamuno o Jacinto Benavente. Gracias a una beca de investigación pedagógica obtenida por María, la pareja viajó por Europa entre 1905 y 1906. A su vuelta, Lejárraga abandonó la docencia para centrarse en la escritura. El matrimonió fundó entonces la selecta  editorial Renacimiento, y el nombre de Martínez Sierra comenzó a adquirir reputación teatral, consolidada con el éxito de Canción de cuna (1911).

En el terreno lírico, obtuvieron un logro sensacional con Las golondrinas, de Usandizaga (1914); colaboración que proseguirían en La llama (1915). Especialmente cordial fue la relación de María con Turina (Margot, 1914; Jardín de Oriente, 1922) y con Falla, que convivió con la pareja durante la redacción de El amor brujo (1915) y de la pantomima El corregidor y la molinera (1917), transformada para Diaghilev en el ballet El sombrero de tres picos (Londres, 1919). Como director de escena, el gran logro de Gregorio fue la creación de un ‘Teatro de Arte’ en el popular Teatro Eslava de Madrid, entre 1916 y 1926. Con un novedoso cuidado del aspecto visual y sonoro de sus producciones, dicha empresa sirvió de catalizador de talentos artísticos de muy diversa índole (como el del joven Federico García Lorca, que estrenó allí su primeriza pantomima El maleficio de la mariposa, en 1920). En dicho escenario se presentó también la pionera revista ‘al estilo francés’ El jardín encantado de París (1925), concebida junto a José Juan Cadenas.

La peculiar colaboración de María con su esposo prosiguió de forma fluida incluso después de que Gregorio consolidase una relación sentimental estable con Catalina Bárcena, primera actriz de su compañía. Aun así, el distanciamiento entre los Martínez Sierra no dejaría de acentuarse; en especial, tras el nacimiento de la única hija de Gregorio y Catalina, en 1922. En 1926, el empresario viajó por América hasta instalarse en Hollywood, donde trabajó como asesor de la Metro y la Fox durante los años treinta. Falleció en Madrid en 1947, tan sólo un año después de haber asistido en Buenos Aires a las exequias fúnebres de Manuel de Falla.

María, entretanto, se volcó en su activismo político y feminista. Figura destacada del madrileño Lyceum Club Femenino desde su fundación en 1926, creó su propia Asociación Femenina de Educación Cívica en 1931 y, en 1933, fue elegida diputada socialista por la provincia de Granada. Tras la guerra, vivió exiliada en Niza y, más tarde, en Londres, París, Nueva York, México y Buenos Aires. Allí prosiguió su infatigable labor literaria (como María Martínez Sierra) y murió, olvidada y sin descendencia, el 28 de junio de 1974.

Acusada en ocasiones de cierta sensiblería aburguesada, la prosa de Martínez Sierra logró en sus mejores creaciones aportar cercanía y humanidad a la sofisticada estética del Modernismo hispano (muy influido, en principio, por el Simbolismo y Decadentismo finiseculares), en un teatro refinado, moderadamente renovador y comercial al mismo tiempo. Mención aparte merece su penetrante caracterización de personajes femeninos que, en buena medida, reflejaban las ansiedades existenciales de la propia autora.

© Mario Lerena, 2016


[In English]

[Back to top of page]