
Poema lírico sobre el deseo, basado en la zarzuela de Antonio
Zamora Viento (es la dicha de
Amor) Música José de Nebra
Dramaturgia de Andrés Lima a partir de poesía amorosa de
los siglos XVII al XXI Teatro de la Zarzuela (18
de mayo de 2013)
Una
crítica de Miccone
Esta crítica podría comenzar con algo así
como “¡con el barroco, llegó el escándalo!”,
pero permítanme dejar el morbo para el final…
Cuando en 1856 se planteó la función inaugural del
Teatro de la Zarzuela, el compositor Francisco Asenjo Barbieri propuso, ni
más ni menos, que se hiciese con La púrpura de la rosa
“u otra zarzuela de Calderón convenientemente refundida”.
Huelga decir que este proyecto no llegó a materializarse, pero el
interés de una mente musicológica como la de Barbieri por unir el
repertorio que él definía como “moderno” y el que
nosotros hoy llamamos “antiguo”, nos invita hoy a reflexionar sobre
qué consideramos zarzuela y qué tiene cabida en
el Teatro de la Zarzuela. Quizás se trate de dos
quésdistintos, pero poco a poco afines. Según pasan los
años nos inquieta más el sentir que el público que acude a
la calle Jovellanos no se termina de renovar y en sus dinámicas de
acción público/escena la sala que inaugurasen auténticos
visionarios como Barbieri o Gaztambide se vaya convirtiendo en un santuario
(¿un mausoleo?) que la asemeja a los teatros rancios de ópera de
mediados del siglo XX. Bienvenido sea el siglo XVIII español con toda su
magnificencia musical –desde las zarzuelas soberanas de Nebra a las
sabrosas tonadillas de Laserna– si sirve para que otros ojos y otros
oídos redescubran la palabra “zarzuela” y a la larga el
género (o los géneros) que tras de sí esconde.
Cuando anoche se apagaron las luces
del Teatro de la Zarzuela, la voz de Andrés Lima
previno a los espectadores: “desconecten sus teléfonos
móviles y sus preocupaciones”. Medio en broma, medio en serio,
comenzó un espectáculo que, ante todo, rinde tributo a la
filosofía de Epicuro y reinventa la zarzuela de Antonio Zamora para
espectadores del siglo XXI. Porque, yo me pregunto, ¿qué es
Viento es la dicha de Amor? ¿Es el texto teatral de Zamora del
que no se conoce estreno exacto ni compositor? ¿Es la
musicalización de José de Nebra de 1743? ¿Y qué hay
de la versión de 1753 con arias añadidas de Antonio Morotti? En
definitiva, en las maneras de hacer de la zarzuela galante del siglo XVIII se
comprendían estas operaciones de reinventar continuamente los textos
para adaptarlos a cada clase de público. Incluso hoy podríamos
fantasear con qué querría decir ese “convenientemente
refundida” de Barbieri refiriéndose a las zarzuelas de
Calderón de la Barca, ¿quizás algo similar a las lecturas
románticas de Bach por parte de Mendelssohn?… Señores,
seamos francos: esto es teatro.
Andrés Lima ha eliminado prácticamente todos
los versos hablados de Zamora entre los números musicales de Nebra y los
ha sustituido por poesía amorosa que va desde La vida es
sueño a poetas actuales, pasando por Luis Cernuda, José
Ángel Valente o Ángel González. El alto nivel
poético de los textos seleccionados es más que evidente y en su
contexto escénico nos invitan a disfrutar de unas palabras
preñadas de erotismo como los espectadores del siglo XVIII adivinaban
detrás de los conceptos poéticos que las tramas
mitológicas encerraban. Podemos añorar hoy el argumento,
pero tenemos ante nosotros el mito, con el deseo y el dolor como
médula espinal. La otra opción era un montaje
“arqueológico” como tantas veces se ha hecho con el
repertorio antiguo. Si muchas veces decimos que a las puestas en escena de la
zarzuela moderna les sobra caspa, a los montajes de zarzuela antigua les sobran
polvos de arroz y almidón.
La
realización del espectáculo es quizás de lo más
acabado que hemos visto en los últimos años en la Zarzuela. La
escenografía de Beatriz San Juan, potenciada por la
iluminación estridente de Valentín
Álvarez, tiene una fuerza francamente epatante. Las
coreografías de Sol Picó inquietan y conmueven a
partes iguales. En otro orden de cosas estaría el equipo
artístico. Cada personaje de la trama se desdobla en un cantante y un
actor/bailarín/recitador. Ciñéndonos al capítulo
musical no dejaremos de tributar una ovación cerrada a las cantantes que
con brillantez dieron voz a las cuitas de Liríope, Amor, Delfa y la
Ninfa. Ellas fueron Yolanda Auyanet, Beatriz
Díaz, Ruth González y Mercedes
Arcuri. Las tres primeras, en especial, nos llamaron la
atención por su versatilidad; parece mentira que hace tan poco las
hayamos visto en papeles de estilo tan dispar en zarzuelas de Barbieri, Serrano
o Sorozábal. En el papel de Céfiro brilló con luz propia
Clara Mouriz, que nos brindó el momento más
emocionante de la noche: “Selva florida, tronco frondoso”. El
Coro del Teatro de la Zarzuela sonó empastado y
cómodo en un repertorio también nuevo para él. A la batuta
y al clave un maestro como Alan Curtis, que dirigió a
la Orquesta Barroca de Sevilla con la propiedad y el estilo
–quizás en exceso sobrio– que de él se espera.
Como ustedes comprenderán, a nosotros no nos inquieta ver
desnudos integrales en el Teatro de la Zarzuela (con sus consecuentes gritos y
abucheos). Nos inquieta más la invitación final del
espectáculo a sumarnos a una Arcadia donde poesía, belleza y
sensualidad se adormecen todo en uno. Desde ayer por la noche nada
volverá a ser igual en la calle Jovellanos.
© Miccone y zarzuela.net 2013
Reparto: LIRIOPE
Yolanda Auyanet, CEFIRO Clara Mouriz, AMOR Beatriz Díaz, DELFA Ruth
González, MARSIA Gustavo De Gennaro, NINFA Mercedes Arcuri, ANTENOR
Alberto San Juan. Orquesta Barroca de Sevilla, Coro del Teatro de La Zarzuela
(Director: Antonio Fauró), d. Alan Curtis. Dirección de escena -
Andrés Lima, Escenografía y vestuario - Beatriz Sanjuan,
Iluminación - Valentín Álvarez, Coreografía - Sol
Picó
Edición crítica de ed: José
Máximo Leza (Iberautor / Instituto Complutense de Ciencias Musicales,
2011)
Nueva producción del Teatro de la Zarzuela |

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Viento es la dicha de
Amor (ICCMU)
Viento es la dicha de Amor (YouTube
trailer)
portada de zarzuela.net
19/V/2013 |