El crítico que rabió Y de nuevo rabió el rey… ¡Y de nuevo rabié yo! Rabio por volver a paladear la ignorancia, la supina torpeza de quien minusvalora la agudeza de su público. Rabio por volver a darme de bruces contra la poca habilidad de un director que adocena al respetable por mor de un estupidismo naíf que remite al Disney más trasnochado y que nada tiene que ver con el género zarzuelístico. El rey que rabió, opino, no es el cuento de la Cenicienta aderezado por una sabrosa partitura de Chapí. El chiste del palacio-circo ideado (¿?) por Luis Olmos para esta producción estrenada en 2007 en el Teatro de la Zarzuela es facilón, incluso para niños tontos como el que les escribe. Lo que ya entonces me pareció flojo y de un flou tedioso ha hecho aguas en esta reposición navideña que, como el famoso turrón, ha vuelto a casa para indigestarme durante la friolera de ocho semanas. Luis Olmos ha dado en creer que El rey que rabió no da para más, que no admite vueltas de tuerca realmente novedosas. Posiblemente el que me equivoque sea yo y es que este montaje para lo que sí que ha debido dar es para tener ocho semanas el teatro completamente lleno y auto-reponerse en una de las cuatro zarzuelas del cartel anual como ya hiciera la temporada anterior con su propia Bruja. Pálido comienzo del Año Chapí en la calle de Jovellanos -empero, rutinario o de compromiso- que no nos hace albergar mayores esperanzas para la temporada 2009-2010 (nos repetimos, ¿para cuándo La tempestad o La cara de Dios?). Pero en fin, se repuso El rey que rabió y volvimos a meternos en un “cuento que no lo es” y a creernos que éramos niños (un poco lerdos, por cierto). La mentalidad infantil es muchísimo más ingeniosa y atrevida que la de cualquier adulto -¿hace falta decirlo?-. De toda la vida ha habido niños viejos, ¿pero tenemos que hacer por ello que el Rey lo cante un tenor por si las moscas? Digámoslo claro: El Rey “es” una tiple, mejor dicho, es un bombón para las tiples, como lo es Orestes (La belle Hélène), como lo es Orlofski (Die Fledermaus), como lo es Oscar (Un ballo in maschera), y como lo es Oktavian (Der Rosenkavalier). En primer lugar, una obviedad musical: es sencillamente ridículo y chirriante escuchar la voz de un tenor navegando por las líneas melódicas ideadas para el instrumento de una soprano y además se descompensa el sutil equilibrio de los conjuntos chapinianos. En segundo lugar, una necedad teatral: Ramos Carrión no nos contó el cuento del re pastore que se enamora de la humilde súbdita y la hace reina, nos dibuja un viaje de “búsqueda del placer” (José Luis Téllez dixit¹) asaetado por el flechazo entre iguales, “una soprano reflejada en otra”. Contradecirlo es desnaturalizar una obra repleta de astucias y deliciosos guiños al siglo XVIII (cómo no, ¡Mozart y su Cherubino!) y una particular simbiosis entre la zarzuela y la opereta francesa de los Audran y Planquette con, todavía, algún revuelo bufo offenbáquico.
El excelente director Miquel Ortega -siempre atento en destacar los mil matices de una partitura por demás elocuente- no creemos que sea el responsable de esta desgraciada decisión. Si hay alguien a quien culpar es posiblemente a la osadía y torpeza de personas como el cronista de la casa, Emilio García Carretero (gentil posadero Juan en esta producción) que creen que “los tiempos han cambiado” y que “ya no es necesario [la cursiva es mía] en el teatro que una mujer se disfrace de hombre para hacer resaltar sus formas más o menos esculturales” (Historia del Teatro de la Zarzuela Vol. III, p. 90). Sin comentarios. Si Sagi-Vela grabó El rey que rabió con Hispavox en los años 60 y alguien ha venido a construir falsamente una “tradición” en torno a la interpretación masculina de El rey que rabió eso es otra historia. Chapí siempre pensó en una tiple para su rey, Ramos Carrión incluso antes que él… Da Ponte jamás hubiese escrito Cherubino para un tenor, ¡y no es cuestión de curvas! Las reinas de este Rey que rabió, como vemos fallido en concepto aunque correcto en lo musical, fueron las muy ovacionadas Susana Cordón y Sonia de Munck. Si la primera fue una gallarda Rosa la segunda destacó por su fragilidad de princesa. La dicción de ambas es precisa aunque las dos deberían comedirse en el despliegue de sobreagudos que no siempre resultan de buen gusto. ¿Qué decir del Rey de Alejandro Roy? No es que cante mal (le hemos visto y aplaudido en uno de los conciertos líricos de esta temporada), es que ha decidido cantar un papel que no es el suyo, en el que su voz no puede fluir y con el que, además, no se encuentra cómodo actoralmente. En cualquier caso, lamentamos no poder añadir nada acerca de la interpretación de Julio Morales (Rey en el reparto b) ya que no cantaba ninguno de los dos días a los que asistimos a la representación. Correcto y con tablas, sin embargo, Luis Álvarez en el General. Solvente Amelia Font en María, como el resto de logrados ministros cortesanos, Lorenzo Moncloa, Francisco J. Jiménez y Fernando Latorre. Una felicitación especial debe ir dirigida a un Emilio Sánchez felizmente expresivo en su Jeremías y que no ha excedido la nota de lo lastimero. Algo histriónico, aunque francamente simpático, fue el Capitán de Ismael Fritschi. El Coro del Teatro de la Zarzuela se aplicó y aprobó con nota esta vez, dirigido por su maestro Antonio Fauró. La Orquesta de la Comunidad de Madrid, como siempre, balancea en sonido y precisión de texturas dependiendo de su director. Ya hemos comentado la loable labor de Miquel Ortega; la de José Miguel Pérez-Sierra se mantuvo dentro de los límites de la discreción, ni una nota más ni una nota menos. Una acentuación más ácida y bufa, más atrevida, sugerente y personal, hubiera sido -en su caso de director veinteañero- muy de agradecer. © Enrique Mejías García
2009 ¹José Luis Téllez: “Érase una vez”, en El rey que rabió. Madrid: INAEM-Teatro de la Zarzuela, 1997 Reparto: El Rey – Alejandro Roy
(22 de noviembre y 20 de diciembre)/ Julio Morales; Rosa – Susana
Cordón (22 de noviembre)/ Sonia de Munck (20 de diciembre); María
– Amelia Font; El general –Luis Álvarez; Jeremías
– Emilio Sánchez; El almirante –Lorenzo Moncloa; El
intendente – Francisco Javier Jiménez; El gobernador –
Fernando Latorre; El capitán – Ismael Fritschi; Juan –
Emilio García Carretero; El alcalde – Celestino Varela; Artistas
de circo; Ballet; Figuración; Coro del Teatro de la Zarzuela
(Dirección – Antonio Fauró); Orquesta de la Comunidad de
Madrid; Dirección musical – José Miguel Pérez-Sierra
(22 de noviembre)/ Miquel Ortega (20 de diciembre); Dirección de escena
– Luis Olmos; Escenografía – Juan Sanz y Miguel Ángel
Coso; Figurines – Pepe Corzo; Iluminación – Fernando Ayuste;
Coreografía – Michelle Man y Luis Olmos in English 22/I/2009 |