una crónica de Ignacio Jassa Haro El Programa de música de la Fundación Juan March resulta, sin ningún género de dudas, la programación musical de mayor empeño de la capital española, tanto por la extensión y alcance de sus propuestas como, sobre todo, por el mimo y el rigor desplegados para construir temporadas musicales coherentes y estimulantes. Dedicar un ciclo a la figura de Jacques Offenbach es algo encomiable por la práctica ausencia de este autor de los teatros españoles, pero hacerlo, además, desde los planteamientos teóricos que le han dado sostén, es un acto de valentía e inteligencia. Offenbach, compositor de zarzuelas brinda al público la oportunidad de comprobar cómo la zarzuela puede – y debe – ensanchar su definición, tan encorsetada por teóricos y prácticos durante los últimos cien años. Se plantea aquí entender como zarzuelas las creaciones de teatro musical popular europeo adaptadas a la escena española por los autores, empresarios e intérpretes que simultáneamente estaban produciendo el repertorio motejado con el muy indígena vocablo de raíces áureas que comienza por la letra z. Enrique Mejías García – el asiduo colaborador de nuestro portal que ha dedicado casi una década de su vida investigadora a estudiar este fenómeno – nos explica en el absorbente ensayo introductorio que antecede a las notas al programa, cómo durante el siglo XIX y el primer tercio del XX tan zarzuela era la obra cómico-lírica de autores patrios como la creación de teatro musical foráneo adaptada a la escena española. En ese sentido la propuesta de la Fundación Juan March se puede entender como una suerte de validación de la tesis doctoral de nuestro colega a la par que como un elocuente ejercicio de musicología práctica. Los dos primeros conciertos propuestos exploran la presencia de la obra escénica de Offenbach en los escenarios zarzuelísticos, uno de ellos repasando algunos momentos felices de esa historia – que además suponen un recorrido antológico por la extensa y genénericamente variada producción del compositor de Colonia – y el otro centrando su atención en un ejemplo singular en forma de lectura dramatizada. Para el recital lírico (14 de octubre) hemos gozado de dos de los intérpretes de zarzuela más vinculados a los proyectos de recuperación de repertorio olvidado de los últimos años, nuestros admirados Carolina Moncada y Alejandro del Cerro, a quienes se ha sumado la labor concertadora de un seguro e inspirado Aurelio Viribay al piano. Poder descubrir de su voz y mano delicias tan variadas e irresistibles como la tirolesa de ¡Me cayó la lotería! [Le 66!], el dúo del segundo acto de Barba Azul [Barbe-bleue] o las seguidillas de La Favorita [La Périchole], además de transportarnos a momentos de feliz inspiración, evidencia el perfecto encaje de las músicas originales con los cantables de sus traducciones históricas. La maestría mostrada por nuestros artistas en la vocalización perfectamente comprensible, en la intención y saber decir, en el fraseo o en la comprensión musical – ese conjunto de aspectos que configuran lo que llamamos ‘estilo’– no difiere, felizmente, con el que muestran al acometer el repertorio hispano al que nos tienen más habituados. Especialmente meritorio resulta el reto de Carolina Moncada al tener que abordar roles con un rango vocal muy variado; ni que decir tiene que eso no ha comprometido jamás su sobresaliente prestación interpretativa. La elección de El caballero feudal [Croquefer, ou Le Dernier des Paladins] – un verdadero acto de opéra-comique de carácter bufo – es el mayor de los muchos aciertos de este ciclo (21 de octubre). La imposible historia de un caballero sin vergüenza y sin blanca – y de su fiel escudero, valedor del orgullo que su señor no muestra – enfrentado con su eterno rival a cuya hija mantiene secuestrada en su propio castillo, da lugar a una hilarante historia de enfrentamiento digna de los Monty Python que se mofa con maestría de las convenciones de la Grand Opéra. El abandono del proyecto inicial de representación escénica debido a las circunstancias de la pandemia que estamos sufriendo no ha mermado ni un ápice las posibilidades de disfrute (especialmente por el medio radiofónico) en la vivacísima y reveladora lectura dramatizada que se nos ha ofrecido a cambio. Aunque de la culpa de ese extraordinario resultado no se puede eximir a los autores originales, Adolphe Jaime y Etiénne Trefeu, creemos que tiene como principal responsable a un nada inocente Salvador María Granés (1840–1911), que anduvo haciendo mano con una larga serie de adaptaciones offenbáchicas antes de convertirse en uno de los autores que otorgaron carta de identidad al género chico. Pero tampoco pueden quedar extentos de responsabilidad en el éxito de este concierto el equipo formado por Francisco Matilla y Fernando Poblete, que desde Concerto XXI Nvivo – léase, Ópera Cómica de Madrid – han creído en el texto músico-teatral de esta pieza como un todo y se han servido de sus mejores armas artísticas como grandes valedores de la tradición zarzuelística en España. La sabia y poco invasiva dramaturgia de Matilla ha permitido sortear la imposibilidad de contar con el componente escenográfico; su dirección de actores ha puesto el resto para encontrarnos con un verdadero y feliz acto de radioteatro. De un equipo de seis intérpretes (pianista y cinco cantantes) el coronavirus ha obligado a reemplazar a lo largo del proceso de ensayos ¡a cuatro de ellos!, sin que esa accidentada situación haya comprometido la excelencia del resultado final. Gerardo Bullón merece el mayor de los aplausos al abordar al personaje que da título y sostiene a la obra, dándole la dosis justa de luminoso histrionismo en perfecto equilibrio con una oscura mezquindad. Es evidente que la escuela interpretativa en la que se ha formado como artista – Gaztambide, Barbieri, Olona, Larra – tiene tanto peso como su experiencia como el mismísimo General Bum de La gran duquesa de Gerolstein. El resto de cantantes/actores, Emilio Sánchez, Irene Palazón, Francisco Díaz-Carrillo y el propio Francisco Matilla, aportan su atractivo brillo personal siempre tamizado por el estilo de compañía. El sólido piano de Carlos Díez y la labor concertadora de Fernando Poblete han dotado de una irresistible musicalidad a la obra, especialmente durante los complejos números de conjunto.
Este proyecto concertístico se ha beneficiado de varios elementos propios de los Ciclos de miércoles de la Fundación Juan March en los que se integra, aumentando así su capacidad de llegar, más, y mejor, a todos. Al tratarse de una colaboración con Radio Clásica, de Radio Nacional de España, su retransmisión directa vivazmente comentada por Pedro Antonio Tomás se ha visto precedida por sendas entrevistas realizadas con mucho gracejo por Martín Llade a nombres como el propio Enrique Mejías, Fernando Poblete y Francisco Matilla o Manuel Lagos. Además, la Fundación ha editado un valioso libro-programa conjunto para el ciclo que en este caso incluye los aludidos ensayo introductorio y notas a cada uno de los tres conciertos -firmados por Mejías- así como el texto revisado del libreto de El caballero feudal, biografías del equipo artístico y jugosos apéndices como un mapa del Madrid offenbachiano o un completo listado de las adaptaciones zarzuelísticas de Offenbach. El disfrute de los conciertos se ha podido realizar en directo por Radio Clásica (los audios se mantienen durante un mes en el espacio a la carta de la web de RTVE.es), por el Canal March y por el canal de YouTube de la propia Fundación; por último, contenidos editados totales o parciales de video permanecerán en estas dos últimas plataformas. © Ignacio Jassa Haro y zarzuela.net, 2020
4/XI/2020 |