Federico Moreno Torroba · Federico Romero
· Guillermo Fernández-Shaw Madrid estrena nuevo espacio veraniego para la lírica, el escenario al aire libre de Puente del Rey. Situado ante una de las puertas de entrada de la Casa de Campo entre la Huerta de la Partida y el Palacio de Iván de Vargas toma su nombre del puente sobre el río Manzanares a través del cual se accede. Sustituye al emblemático tablado situado ante la fachada norte del Palacio de Oriente (en los célebres Jardines de Sabatini), sin que ello suponga una pérdida ciudadana sino muy al contrario la ganancia de un bello espacio proyectado ad hoc e insertado en el eje cultural de Madrid Río con bellas vistas de la monumental cornisa arquitectónica que conforman el Palacio de Oriente y la Catedral de la Almudena. Y para dar la bienvenida a ese acontecimiento cultural se suma a nuestra nómina de colaboradores una nueva pluma llena de conocimiento y pasión por la música española. ¡Sé bienvenido, Carlos Figueroa! Sin duda es una feliz coincidencia que un día después de finalizar las representaciones de esta Luisa Fernanda de Ópera Cómica de Madrid se cumplieran cincuenta años de la desaparición de uno de sus libretistas, el indispensable Guillermo Fernández-Shaw. Un homenaje sospechamos fortuito pero muy oportuno, aunque el propio espacio forzó a una poda considerable en el texto a fin de convertir los tres actos originales en dos. Este tipo de decisiones, tan en boga últimamente en el Teatro de la Zarzuela hemos asistido al recorte de El dominó azul, Black, el payaso o Luna de miel en El Cairo entre otras, y algunas han sido auténticos estropicios ayuda a dinamizar libretos endebles cuando no mediocres, enlazando los números musicales con una agilidad que es de agradecer. Es una buena idea, pues, para revestir el frío esqueleto de una versión de concierto, pero cuando se ha usado para calzar en una sesión doble obras que requieren el programa completo no podemos estar tan seguros de que el resultado sea satisfactorio. Éste es el caso de Luisa Fernanda, que a pesar de su condición de clásico y de ser, por lo tanto, de sobra conocida su trama por buena parte del público posee un libreto lo suficientemente bueno como para haber sido respetado. Comprendemos pese a todo que en este tipo de montajes al aire libre entran en juego otros factores que pueden hacer necesarias reestructuraciones. Algo que esta obra, por otra parte, ya ha conocido sobradamente en sus ochenta años largos de historia. La versión ofrecida por Ópera Cómica dio buena cuenta, en cualquier caso, de sus perfectamente cronometradas dos horas, incluyendo un receso de veinte minutos. Los tres actos originales, como queda dicho, se convirtieron en dos, si bien la huella de su estructura original quedaba patente en las tres mutaciones a las que fue sometido el exiguo decorado respecto de su estado inicial. A propósito de éste cabe decir que, si bien primaba la funcionalidad dos escaleras con sus dos tarimas correspondientes su aspecto de jaula de wrestling no ayudaba mucho, especialmente en la primera parte primer acto en el original, donde la puesta en escena oscilaba entre lo humilde y lo desnudo, aunque también es cierto que el tipo de escenario no permitía esconder grandes estructuras. La cosa cambió a partir de la vistosa Mazurca, donde los trajes, el colorido y un elenco más nutrido consiguieron llenar por fin la escena. Mención aparte merece la iluminación, inteligentemente usada para crear subespacios, caracterizar a los personajes y, ya en el tramo final tercer acto en Extremadura aprovechar los árboles que circundaban el escenario para convertirlos en parte y prolongación del espacio escénico. Una idea felizmente bella. De los responsables de Ópera Cómica de Madrid nunca diremos los suficientes piropos, ya sea en su formato camerístico el formidable Ensamble de Madrid o en el gran formato la propia Ópera Cómica. Buena prueba de ello era el excelente ambiente que se pudo respirar entre músicos, cantantes, técnicos y bailarines finalizada la última función. Debemos recordar al Ayuntamiento, no obstante, que precisamente por la gran experiencia que avala a la compañía, títulos como Luisa Fernanda siempre son un placer pero hay más zarzuela allende lo trillado, y en este aspecto Ópera Cómica son expertos en la exhumación y el mimo al repertorio olvidado tan importante o más, nos atreveríamos a decir, que el ya consolidado, razón por la cual esperamos que en futuras ediciones, y en aras de los vientos de cambio que soplan en Madrid, se nos obsequie con lo que Ópera Cómica mejor sabe hacer. Máxime cuando por otro lado sí se arriesga y se apuesta por poner en el mismo cartel un musical tan poco frecuentado como Golfus de Roma. Dicho queda.
Nos queda únicamente recordar la importancia que tiene la labor de una compañía única como Ópera Cómica de Madrid, la necesidad de su reconocimiento y apoyo como espectadores, así como el no menos importante papel de la Administración, que debe hacer muchos más esfuerzos por sacar la zarzuela del Teatro de la Zarzuela, llevándola a otros espacios y públicos, y combinándola con sus primos hermanos: el musical, la opereta, la revista, etc. En ello nos va su pervivencia. © Carlos Figueroa 2015
19/VIII/2015 |