El dúo de La africana

Música de Manuel Fernández Caballero

Libreto de Miguel Echegaray

Producción: Teatro de la Zarzuela, 1985


Teatro Real, Madrid
(30 de diciembre
de 2003)


Ignacio Jassa Haro

El duo de La africana - figurine (produccion 1985, Teatro de la Zarzuela)
Figurines de Elisa Ruiz
(Teatro de la Zarzuela, 1984/85)


¡La Zarzuela en el Real!

¡Por fin llegó la zarzuela al templo madrileño de la ópera! Tras la reapertura del Teatro Real de Madrid como coliseo lírico (hace ya siete temporadas) tan sólo una de las producciones programadas, Las golondrinas, de José María Usandizaga, María Lejárraga y Gregorio Martínez Sierra, podría encuadrarse en el universo zarzuelístico, si bien se pudo ver en la versión operística del hermano del compositor. Llega ahora la zarzuela en estado puro en forma de una obra de género chico muy popular y no menos bella: El dúo de La africana de Manuel Fernández Caballero y Miguel Echegaray.

Nuestros lectores se preguntarán cómo es posible programar aisladamente una obra de teatro musical de poco más de una hora de duración en un teatro de ópera. Y es que no es muy frecuente en los teatros, al menos en España, congregar al público para entretenerle ese "escaso" laxo de tiempo. En su origen el teatro chico – obras en un acto puramente teatrales o líricas cuya representación venía a durar una hora – se representaba de forma aislada pero contínua: hasta cuatro funciones sucesivas de diferentes títulos con renovación de público que podía si lo deseaba repetir a costa de sacar una nueva entrada. Es tradición en época moderna que las zarzuelas chicas se representen en programas dobles (o incluso triples) que las asimilan en duración a las obras de mayor envergadura. Es por tanto bastante insólito programar una obra chica aislada; cuando esto se hace suele "completarse" la velada con una selección antológica de números musicales de zarzuela. Y en cierto modo eso es lo que se hizo en el Teatro Real en este programa navideño, pero se hizo por sorpresa revistiendo además ese complemento del carácter lúdico-festivo de una entrañable felicitación de fin de año.

La producción que se ha podido ver es ya célebre. Se trata de un montaje ideado por José Luis Alonso (1924-1990) cuando era director artístico del Teatro de la Zarzuela, estrenado en la temporada 1984/85 de dicho teatro y repuesto después en varias ocasiones. El director de escena, Juanjo Granda, que fue ayudante de dirección de Alonso tanto en éste como en otros trabajos ha tratado de reconstruir la labor de su insigne mentor. Sin embargo no hace falta haber sido testigo de la producción original para captar que se trata de un trabajo inimitable resultando baldía la copia mimética. La obsesión por imitar ha propiciado una antinaturalidad contraria totalmente al espíritu de la puesta en escena primigenia.

En este sentido los intérpretes principales siendo artistas de reputado nombre no acabaron de dar todo de sí. La excepción fue sin lugar a dudas Luis Álvarez en el papel de Cherubini, que lleva el peso cómico de la obra; se encontraba muy cómodo profiriendo burradas descomunales en un graciosísimo italiano macarrónico, una de las varias y acertadas aportaciones de Echegaray al libreto de esta obra. María Rodríguez, con un poco atinado acento sevillano, no tuvo la picardía y ambigüedad que el personaje de la Antonelli requiere; vocalmente cumplió con corrección su cometido. Guillermo Orozco dio a Giussepini mayor presencia escénica sin acabar de tener la desenvoltura deseable; afortunadamente no se esforzó en obtener un acento maño y cantó con gusto y entrega todas sus partes. La Amina de Trinidad Iglesias, el Bajo de Pedro Miguel Martínez y la Doña Serafina de Milagros Ponti teniendo brillantez no dejaban de ser aportaciones individuales a un todo poco conjuntado.

La orquesta, que llegó a desacompasarse de la escena en algún momento aislado, simplemente sonó; ¿han olvidado ya los profesores de la, desde este año centenaria Sinfónica de Madrid que no ha mucho ocuparon el foso de la calle Jovellanos? El coro, auténtico protagonista de esta obra – el número de la murmuración es antológico – tuvo ciertas dificultades para ser entendido pero mostró un bello empaste vocal.

La escenografía y los figurines originales de Alonso siguen manteniendo su frescura. El último cuadro fue enriquecido para esta ocasión de gala con unos bellos telones pintados de L’Africaine meyerbeeriana. José Luis Alonso propuso en su momento para dicho cuadro un curioso punto de vista exterior al escenario (con telones "transparentes" que nos permiten ver los entresijos cuando la acción obliga a bajarlos) en vez del punto de vista interno (desde el escenario hacia la sala del teatro) que tan original resultó en el estreno de la obra en Apolo al reproducir el escenógrafo Amalio Fernández con todo lujo de detalles la propia sala del teatro de la calle de Alcalá.

En cualquier caso, y al margen de todos los matices que se quiera hacer, la representación transcurrió por unos cauces de altísimo nivel tanto interpretativo como de puesta en escena. La zarzuela es un teatro musical con mucha dificultad de abordaje; la mesura en lo puramente teatral es difícil de lograr y el tino en lo musical es una utopía quedando generalmente las lecturas demasiado insulsas. Aquí Granda y López Cobos pecaron de eso: mientras el primero se pasó el segundo no llegó a ese equilibrado ideal estético.

Entre el primer y el segundo cuadro se incorporó la escena extra que convertía nuestra zarzuela chica en no tan chica. El carácter metateatral de El dúo de La africana facilitó la inserción en el argumento de una supuesta selección de artistas para la compañía de ópera barata del signore Cherubini. Se sucedieron las audiciones de Isabel Rey que cantó con picardía las carceleras de Las hijas del Zebedeo (de Ruperto Chapí), María José Montiel que interpretó con maestría y en compañía del coro la hispánica habanera de Carmen (de Georges Bizet) – máximos aplausos de la noche –, Esperanza Roy que se nos entregó en los cuplés babilónicos de La corte de faraón (de Vicente Lleó), la niña violinista Carla Marrero que tocó con espectacular virtuosismo los Aires Gitanos (Op. 20) de Pablo Sarasate y Ana María Sánchez que abordó con sobrecogedor dramatismo la romanza "Sierras de Granada" de La tempranica (de Gerónimo Giménez) absurdamente despojada del acompañamiento del coro. Estos atractivos extras fueron alegremente jaleados por un público que se encontraba encantado de ser regalado con tan bello y popular repertorio.

La iniciativa de estas representaciones, que no están incluidas en la temporada lírica sino que inauguran un nuevo ciclo bautizado como "Navidades en el Real", corre a cargo de la Fundación de la Zarzuela Española. También se ha visto implicado el Teatro de la Zarzuela como "padre" de la producción exhibida. El Teatro Real por su parte remata la tríada de instituciones participantes en esta experiencia; sus máximos representantes se han volcado con ilusión en este acontecimiento: de hecho Jesús López Cobos (director musical del teatro) se ha encargado personalmente de la dirección desde el foso y Emilio Sagi e Inés Argüelles (director artístico y gerente del coliseo respectivamente) aparecieron en escena simpáticamente caracterizados como miembros de la compañía de Cherubini mostrando así un apoyo que trasciende la mera obligación que su cargo impone. Por otro lado, sin estar implicados directamente en el evento, otras dos importantes instituciones – Ayuntamiento de Madrid y Casa Real – mostraron su respaldo al mismo a través de la presencia en el coliseo de la plaza de Oriente de sus cabezas visibles: el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón y el rey de España, Juan Carlos I.

Es altamente satisfactorio que las instituciones (y las personas que hay al frente de ellas) hayan hecho lo posible para que este brillante espectáculo en ese no menos grandioso marco haya sido una realidad. La zarzuela ha entrado con muy buen pie en el teatro de la ópera. Esperemos que no resulte un acontecimiento aislado y el buen criterio de todos haga posible su presencia de una forma regular en las futuras temporadas del Real.

© Ignacio Jassa Haro, 2004


Homenaje a José Luis Alonso, en colaboración con el Teatro de la Zarzuela y con el patrocinio de la Fundación de la Zarzuela Española

Reparto:
Luis Álvarez (Cherubini); María Rodríguez (La Antonelli); Guillermo Orozco (Giussepini); Trinidad Iglesias (Amina); Pedro Miguel Martínez (El Bajo); Milagros Ponti (Doña Serafina); Javier Ferrer (Inocencio Pérez); Isabel Ayúcar (Maestra repetidora); José Antonio Sanguino (Un inspector); Coro de la Orquesta Sinfónica de Madrid; Orquesta Sinfónica de Madrid; José Luis Alonso (Escenógrafo y figurinista); José Luis Canales (Iluminador); Juanjo Granda (Director de escena, sobre el montaje original de José Luis Alonso); Jesús López Cobos (Director Musical)


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