
La Dolores
Drama lírico en tres actos
Libreto y música: Tomás Bretón
a partir del drama de José Feliú y Codina
Teatro de la Zarzuela
(Madrid, 27 de enero de 2023)
una crítica de
Miccone
En 2023 conmemoramos el centenario del fallecimiento de Tomás Bretón y la forma de honrar al compositor de La verbena de la Paloma por parte del Teatro de la Zarzuela ha sido, una vez más, ¡volver a una de sus óperas nacionales! Después de la versión en concierto de Tabaré (“de cuyo nombre no quiero acordarme”), preguntaba en mi crítica que cuándo podríamos conocer a otro Bretón chispeante y teatral que forme digno pendant con el sainete de Ricardo de la Vega. No será esta vez. De hecho, en su carrera infatigable por convertirse en la Sala B de la ópera en Madrid, el Teatro de la Zarzuela sigue lanzando guiños hacia la plaza de Oriente, esta vez comprando la coreografía de Miguel Ángel Berna de la producción de La Dolores que firmase José Carlos Plaza en 2004.
Después de sus recordadas producciones de Las bribonas/La revoltosa y La del Soto del Parral, no puedo comprender cómo la directora de escena Amelia Ochandiano ha propuesto esta Dolores ecléctica y convencional. En su texto en el libro-programa, la directora afirma que esta ópera es “una historia que hemos querido situar en los años 50 de nuestro pasado siglo pero que sigue ocurriendo ahora mismo, a todas horas”. Si esto es así, ¿por qué se traslada a la década de 1950? ¿Por qué no a 2023 proponiendo algo verdaderamente radical? ¿Qué tenía de problemático el original de 1835? Preguntas sin respuestas…
Lo peor es observar a lo largo de la representación una serie de elementos que, si alguno comienza a brillar, queda contradicho por el siguiente. Sucede con la combinación de lo cómico, con la grandilocuencia actoral, con la nula integración de la danza (el final del primer acto se convierte en una “revue baturra à gran spectacle”) o, desde luego, con el perfil desdibujado que se ofrece de los protagonistas. Allí nadie se moja y no sabemos si Dolores es una víctima o un verdugo incluso de sí misma. Ciertos momentos, sinceramente, nos hicieron sonrojar, como la coreografía circense del imponente preludio al tercer acto.
Esperábamos mucho más de esta Dolores que regresa al teatro que la vio nacer en 1895. El déja vu de la Jota del Real resultó verdaderamente doloroso y ya no se sabe si se trata de un ejercicio de prepotencia (pensando que nadie se acordaría de 2004) o sencillamente de vagancia. Desde luego que la unidad estética de la producción de Plaza se encuentra a años luz de la lectura de Ochandiano quien, además, ha contado con una escenografía de Ricardo Sánchez Cuerda que, con suerte, evoca una fábrica de ladrillos. Tampoco ayudó a “alegrar” la vista el vestuario de Jesús Ruiz que tanto recuerda al que ya diseñase para Entre Sevilla y Triana.
Pero lo más doloroso de esta Dolores deslavazada se escuchó en el foso. Guillermo García Calvo ha vuelto a rendirse ante una Orquesta de la Comunidad de Madrid descontrolada de la que parece imposible extraer matices o cierto empaste. Cada músico a su bola (algo que se evidenció en los solos) con excepcionales pasajes más ensayados como los dos preludios. Lo chusco sucedió con una rondalla tísica de siete músicos, necesariamente amplificada y que en el pasacalle –creemos que por culpa de esa amplificación– entró fuera de tiempo. En su afán por la poda, Guillermo Manostijeras suprimió al menos ocho compases del inolvidable pizzicato que preludia la improvisación de la copla de Melchor (“Si vas a Calatayud…”), destrozando uno de los momentos dramatúrgicos más importantes del libreto. Como hiciera con las orquestas internas de Pan y toros, García Calvo también suprimió la banda en escena del final del segundo acto, privando al espectador del juego intertextual con el final de Carmen.
Por suerte, entre los artistas se encontraban algunos músicos de corazón que consiguieron lucha contra foso y escena arrancando algunos aplausos del público. Me refiero, sobre todo, a la soprano Saioa Hernández, que en su romanza del tercer acto pudo relajarse y dar lo mejor de sí misma. A su lado, brillaron los caricatos, siempre cumplidores, Gerardo Bullón como Patricio y Rubén Amoretti como Rojas. También dibujó un buen Melchor José Antonio López, barítono con buena línea de canto y presencia escénica. Por desgracia, no podemos decir lo mismo de Jorge de León como Lázaro, que cantó su hermosísima parte sin bajar del forte, a grito pelado y sin un ápice de fantasía o de inocencia.
© Miccone and zarzuela.net, 2023
La Dolores (Música: Tomás Bretón, ed. Ángel Oliver Pina; libreto: Tomás Bretón, a partir de José Feliú y Codina)
Reparto: Saioa Hernández / Carmen Solís (Dolores), Jorge de León / Javier Palacios (Lázaro), José Antonio López / Ángel Ódena (Melchor), María Luisa Corbacho / Milagros Martín (Gaspara), Rubén Amoretti / Ihor Voievodin (Rojas), Javier Tomé / Santiago Vidal (Celemín), Gerardo Bullón (Patricio); Orquesta de la Comunidad de Madrid, Coro del Teatro de La Zarzuela, Coro de Voces Blancas Sinan Kay, Rondalla Lírica de Madrid «Manuel Gil», d. Guillermo García Calvo, dir. Amelia Ochandiano |
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Tomás Bretón (English)
portada de zarzuela.net
31/I/2023 |