Circe
ópera en 3 actos
Música: Ruperto Chapí
Libreto: Miguel Ramos Carrión
Teatro de la Zarzuela
(Madrid,10 y 12 septiembre de 2021)
una crítica de
Miccone
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El mayor encanto, la Ópera Nacional
En el tercer acto de la ópera Circe, la Sombra de Aquiles se manifiesta ante Ulises para recordarle su deber como guerrero y esposo. Tomando la coraza, el casco y la espada, el hijo de Laertes corre hacia Ítaca, abandonando para siempre a la hechicera Circe y rompiendo su corazón. Hoy me gusta imaginar al musicólogo Emilio Casares como esa Sombra que se presenta ante Daniel Bianco –director artístico del Teatro de la Zarzuela– apremiándole para que tome los trastos de torear en el orgulloso camino de la Ópera Nacional.
Después de las resurrecciones en versión de concierto de títulos como Farinelli (Bretón), Mirentxu (Guridi) y Marianela (Pahissa) veo con claridad que, frente a La tempestad (Chapí), María del Pilar (Giménez) y Las Calatravas (Luna), son las óperas los títulos que mejor salen parados en este proyecto de recuperaciones patrimoniales acumulativas que no se plantean con visos de permanencia. Ninguna se ha grabado y ninguna será representada a posteriori, aunque todas han quedado tocadas con ese chek de "obra recuperada" que frustrará (¿alguien lo duda?) cualquier plan a futuro. En proyectos de esta naturaleza, no tengo claro si el esfuerzo artístico y editorial se compensa con dos días en concierto (alguna emisión radiofónica, con suerte) para que, después, los títulos vuelvan a convertirse en rocas, como los compañeros de Ulises al arribar a la gruta de Circe.
En este caso, Ramos Carrión confesó recurrir a la Odisea y a El mayor encanto, amor de Calderón de la Barca con las que incensar la inauguración del Teatro Lírico de Madrid; un coliseo construido para instaurar la Ópera Nacional en 1902 con Chapí como promotor artístico. Se trataba de un momento trascendental, con los teatros por horas a pleno rendimiento (Chapí acababa de estrenar El barquillero, El puñao de rosas o La venta de don Quijote) mientras que en el Teatro Real arrebataban Samson et Dalila o Der Ring des Nibelungen. Para entonces, el compositor de La revoltosa había fundado la Sociedad de Autores Españoles y se le reconocía como una referencia inexcusable de la cultura de su época. En ese sentido, asombra su falta de prejuicios (o de criterio) para escoger libretos. Quizás el escritor de Agua, azucarillo y aguardiente pensase que para ‘fundar’ la Ópera Nacional era preciso volver a los clásicos y en especial al Calderón barroco y mitológico de El golfo de las sirenas. El resultado fue un texto bien escrito, hasta cierto punto evocador, pero protagonizado por unos personajes carentes de psicología. Chapí hizo lo que pudo, centrándose en el colorido orquestal y ante todo en la yuxtaposición de momentos de impacto dramático y visual con que dibujar a una protagonista que se va desarrollando conflictivamente como una verdadera heroína trágica.
Más allá de los efectos descriptivistas de relumbrón (recursos que, por otro lado, hemos escuchado ya en La tempestad o La bruja), la música de Circe resulta tanto más sabrosa cuanto más se ‘relaja’ y se aproxima al populismo lírico de la zarzuela: en el dúo del segundo acto, en el lamento previo a la inmolación final o en el madrigal de las cantoras. Chapí –intuitivo– no recurre al desarrollo temático y apenas trabaja con algunos temas conductores por lo que estamos ante una obra decididamente hedonista, ‘mediterránea’ (así la definió el musicólogo Francesc Cortès) y que, sin la puesta en escena, no termina de disfrutarse plenamente. Sin embargo, reservemos ese privilegio a otros títulos chapinianos que podrán responder con dignidad a su propia historia de éxito y olvido: Mujer y reina, La Cara de Dios o tantas joyitas del género chico como El cortejo de la Irene, La chavala o Pepe Gallardo.
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La gran triunfadora en esta exhumación de Circe ha sido la soprano Saioa Hernández, para quien parece que fue escrito, compás a compás, el papel de la maga. Su presencia sobre el escenario, su expresividad y solvencia técnica conmovieron al entusiasmado público. Junto a ella, volvemos a aplaudir a Alejandro Roy, que salió más que airoso del papel tan ingrato como peliagudo de Ulises. Impecable, como siempre, el maestro Rubén Amoretti, a quien hoy podemos tener por el mejor bajo de cuantos se dedican a la lírica hispana. La contralto bielorrusa Marina Pinchuk se aprendió en tres días su breve pero comprometida parte, como Sombra de Aquiles y Voz de Juno, protagonizando quizás los momentos más wagnerianos de la noche y haciéndonos pensar (mutatis mutandis) en la subterránea Erda. Bien por la Orquesta de la Comunidad de Madrid bajo la diligente batuta de Guillermo García Calvo que volvió a demostrar, una vez más, que es un verdadero lujo en la calle de Jovellanos.
© Miccone y zarzuela.net, 2021
Reparto: Saioa Hernández (Circe), Alejandro Roy (Ulises), Rubén Amoretti (Arsidas), Marina Pinchuk (Sombra de Ulises / Voz de Juno). Coro Titular del Teatro de la Zarzuela, Orquesta de la Comunidad de Madrid, d. mus. Guillermo García Calvo. |
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Ruperto Chapí (English)
portada de zarzuela.net
13/IX/2021 |