Música Georges Bizet Producir Carmen en castellano a través de una de sus adaptaciones zarzuelísticas históricas puede entenderse como una interesante operación arqueológica de rescate de una tradición la de la opéra-comique completamente emparentada con nuestra historia músico-teatral. No en vano lo que hoy conocemos como zarzuela hunde una de sus raíces en el género galo que cuando era recibido en nuestra escena lo hacía, además, adaptado a nuestra lengua y reformulado según nuestros usos y costumbres teatrales. Sin embargo, tras la recuperación de ese título hay mucho más en juego. Y es que Carmen, poco después de su estreno absoluto, dio el salto para transformarse en un título de repercusión internacional ya en el formato de grand opéra con recitativos pasando a convertirse su protagonista, encadenada de por siempre a su música, en un verdadero mito. Revisitar ese mito construido en parte sobre tópicos de nuestra propia cultura ha sido el gran objetivo a nuestro juicio certeramente alcanzado por el equipo artístico capitaneado por Ana Zamora. Lograr hacer mucho más accesible el gran repertorio operístico a través de una deliciosa adaptación en lengua vernácula que permite paladear mucho mejor la pieza a cuando es seguida en su formato estándar, ha resultado ser, además, un maravilloso "daño colateral". La deconstrucción del mito de Carmen tiene como punto de partida la reformulación de la propia base mitológica en que Merimée construye su historia: Páladas de Alejandría será citado en el mismísimo telón a través de evocadoras proyecciones en lengua griega mostradas antes de comenzar cada acto, que acabarán traducidas al castellano en la antesala del cuarto capítulo de la ópera. Asimismo los tres primeros actos se introducirán con otras tantas reflexiones de figuras femeninas que contribuyeron al empoderamiento de las mujeres en nuestro país: Mariana Pineda, Emilia Pardo Bazán y Clara Campoamor. Y es que esta Carmen contada teatral y musicalmente por féminas, pretende ante nada desmontar cuando de supuestamente romántico emana del libro de Meilhac y Halévy, para situarse críticamente ante su visión, masculina, heterosexista y cosificada de la mujer. Carmen simboliza para Ana Zamora una resistencia pedagógica a ese atávico modo en que muchos hombres han amado a las mujeres. Para ello no duda en plantear la atemporalidad de la narración, desde un primer acto contemporáneo a lo que el libreto pide hasta un cuarto acto plenamente actual, pasando por los dos actos transicionales donde el mundo de los bandoleros evoca acontecimientos como la insurrección republicana del París de 1832 o el movimiento libertario español durante la guerra civil española.
En el plano de la dirección musical del espectáculo hemos de confesar que poder disfrutar de la labor de Yi-Chen Lin nos ha resultado una experiencia única. Pocas veces en tiempos recientes el foso de la Zarzuela ha tenido al frente a alguien que manejara la batuta con el vigor y decisión de la de esta joven directora taiwanesa de formación austríaca. Llama nuestra atención su capacidad para extraer matices de una Orquesta de la Comunidad de Madrid de desconocida sonoridad, y, por supuesto, su contagioso modo de frasear. El público reaccionó ante su electrizante lectura de la partitura de Bizet aplaudiendo a rabiar muchos números y dándole una fabulosa ovación final. El respetable, además, disfrutó sin disimulos de los buenos momentos de couleur local que jalonan la obra en los que Lin logró aliarse a la perfección con Zamora que mostró un gran conocimiento de los recursos teatrales y un tremendo sentido del humor al mover a actores y cantantes por el patio de butacas en una interacción que hasta arrancó palmas al ritmo de la marcha del cuarto acto la segunda de las noches que disfrutamos del montaje. ¡Espléndida forma de trocar la elitista dinámica cultural de la ópera en una experiencia estética al alcance de todos a través de la democratizadora energía teatral de la zarzuela! © Ignacio Jassa Haro 2014
21/X/2014 |