El barberillo de Lavapies (Barbieri) y Palacio Real

Francisco Asenjo Barbieri / Luis Mariano de Larra
El barberillo de Lavapiés

Ópera Cómica de Madrid
(Veranos de la Villa 2007, Jardines de Sabatini, 21 de julio de 2007)


Ignacio Jassa Haro


Las grandes obras de la lírica son armas de doble filo. Enfrentarse a las mismas supone siempre para cualquier compañía una mina inagotable de posibilidades musicales y teatrales con las que construir algo nuevo y a la vez bueno, aunque también se corre el riesgo de hacer el ridículo por no extraer más que vetas de ganga entre tanto filón. De hecho cada vez que vemos una gran zarzuela sobre unas tablas –sean éstas las que sean– la sensación que suele dejarnos es agridulce; pienso, por ejemplo, en algunos montajes recientes como la última Revoltosa de la Zarzuela, la Luisa del Real o la Francisquita de los pasados “Veranos de la Villa”, tres producciones de muy diferente índole pero de indudable calidad. Para el caso de El barberillo tenemos muy reciente la reposición de uno de esos “milagros” que de vez en cuando se dan y que, como auténticas excepciones, confirman la regla antes expuesta: el de Calixto Bieito para el Teatro de la Zarzuela que tan acertadamente enjuició Christopher Webber en otro lugar.

Ópera Cómica de Madrid se enfrenta ahora a un nuevo montaje de la mítica obra de Barbieri y de Larra, despertando en quien aquí lo glosa la natural expectación. Concebida para un espacio singular, los madrileños jardines de Sabatini junto al Palacio de Oriente, la producción resulta a nuestro juicio un brillante ejercicio de exhibición de valores eminentemente teatrales. La regia residencia emplazada junto al río Manzanares sirve de telón de fondo argumental y escenográfico a obra y montaje; en ese sentido es de agradecer la diafanidad del escenario que realza la argentina claridad de la imponente fachada oriental del edificio proyectado por Juvarra y Sacchetti.

El barberillo de Lavapies, Jardines de Sabatini, Opera Comica de Madrid 2007

Encabezó el reparto por nosotros visto un brillante Enrique Ferrer, tenor de timbre un tanto tirante aunque muy expresivo que es además gran actor. Poder escuchar el rol de Lamparilla cantado por un tenor “cómico” dota al mismo de mayor cualidad protagónica en contraste con el bufo Fígaro rossiniano; aunque Barbieri dejó indefinido el tipo de voz masculina del barberillo nosotros defendemos con ahínco esta opción. Carmen González supo dibujar una Paloma con el mismo talento con el que había construido una marquesita del Bierzo bajo las órdenes de Bieito. De nuevo en ella la actriz y la cantante se dan la mano para hacer que la música viva y vibre a través de los cantables. La marquesita de Francesca Calero estuvo algo descompensada con perjuicio de la parte teatral donde resultaba un poco rígida; el bello color de su voz dio realce a la parte canora, interpretada con exquisita elegancia. Juan Lomba completó el cuarteto protagónico como un discreto Don Luis de mejor canto que actuación. Los otros dos papeles con requerimientos vocales importantes, los de Don Pedro y Don Juan, fueron felizmente resueltos por Carmelo Cordón y Elier Muñoz respectivamente.

La dirección de escena, fundamentalmente basada en el trabajo del verso con los actores, resultó espléndida. El movimiento escénico fue muy claro, algo importante para seguir la intriga, aunque estuvo ayudado por una básica pero eficaz iluminación. La obra, de la que apenas se tocó el texto, vivió en escena a través de la sabia declamación de las partes habladas y de la ejecución plenamente expresiva de los cantables. La obra fue concluida con el final original a ritmo de tirana para, a continuación y a manera de bis, ser cantadas las caleseras del final alternativo pero mucho más popular.

Lo visual apenas aportó nada a ese logro, aunque la belleza del fondo palaciego resultara insustituible. El excesivamente coloreado vestuario contrastó con la austeridad escenográfica antes mentada recordando inevitablemente a algunos eventos zarzuelísticos de carácter antológico. El coro y el ballet de la compañía destacaron en sus aportaciones del tercer acto, el más trabajado visualmente. El Ensamble grande de Madrid tocó con gran inspiración. Lorenzo Ramos supo sacar de él una adecuada combinación de garbo y elegancia que, gracias a la correcta amplificación del sonido lograda por los técnicos de los “Veranos de la Villa”, lució espléndidamente. Buena noche lírica la vivida en Madrid. En el silencio que se hacía tras las ovaciones que acompañaban a la conclusión de cada número, se podía escuchar en la cercana Plaza de Oriente a Plácido Domingo celebrando, con un numeroso público que la abarrotaba, el décimo aniversario de la reapertura del Teatro Real.

© Ignacio Jassa Haro 2007


El barberillo de Lavapiés . Música de Francisco Asenjo Barbieri. Libro de Luis Mariano de Larra. 21 de julio de 2007. Reparto: Enrique Ferrer (Lamparilla); Carmen González (Paloma); Francesca Calero (Marquesita del Bierzo); Juan Lomba (Don Luis); Carmelo Cordón (Don Pedro); Elier Muñoz (Don Juan); Ballet y Coro de Ópera Cómica de Madrid; Orquesta Ensamble de Madrid; Pedro P. Melendo (iluminación); Marcos Berriel (coreografía); Luis del Álamo (escenografía); Mariana Mara (vestuario); Francisco Matilla (dirección de escena); Francisco Ramos (dirección musical). Nueva producción de Ópera Cómica de Madrid

Francisco Matilla
Francisco Matilla


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portada de zarzuela.net

26/VIII/2007