El Teatro de la Zarzuela ha cumplido ciento cincuenta años durante la temporada que ahora concluye. Esta simbólica fecha nos sirve de pretexto para tratar de hacer una radiografía del estado de salud de la zarzuela, el género escénico-musical que nace casi a la vez que el teatro al que da nombre (en realidad le saca un lustro al coliseo).
Tal y como reseñamos en la correspondiente crítica, las galas conmemorativas de los días 10 y 13 de octubre de 2006 fueron los actos centrales del sesquicentenario del Teatro de la Zarzuela. De ellas pudieron disfrutar el relativamente restringido número de personas que llenó el aforo del teatro ambas noches y un amplio público que pudo seguirlas por la radio –ambas en directo– y por la televisión públicas españolas –la primera en directo y las dos en diferido–. Además, el día del aniversario fue descubierta una placa conmemorativa en la fachada del teatro con sendos bajorrelieves en bronce donde se puede ver a Barbieri, Gaztambide, Olona y Salas, cuarteto de compositores, libretista y cantante que pusieron la primera piedra (figurada y real) de la institución y del edificio por nosotros celebrados. Asimismo un busto de Alfredo Kraus fue colocado en el foyer del teatro como manera no sólo de homenajear al eximio tenor sino también de rememorar la histórica reapertura del teatro en 1956, fecha de su centésimo cumpleaños, con la célebre producción de Doña Francisquita dirigida por José Tamayo y protagonizada por el cantante canario. Las conmemoraciones oficiales se han rematado con la edición de una serie de libros y discos que comentamos a continuación.
En primer lugar hay que constatar la publicación por parte del propio teatro de un libro ilustrado sobre su historia de carácter eminentemente gráfico (Teatro de la Zarzuela, 150 años), coordinado por el director del Museo Nacional del Teatro, Andrés Peláez, y que incluye fotografías inéditas del edificio, tanto exteriores como interiores, así como imágenes variadas de montajes estrenados en sus tablas, clasificadas según géneros, o de intérpretes cuya carrera se halla unida a esta institución; el libro se completa con un apéndice donde se relacionan todos los estrenos acontecidos en el coliseo. Además de este libro, el teatro ha publicado, en colaboración con SGAE, un cuádruple disco compacto dedicado a grabaciones de zarzuela y de ópera procedentes de su archivo sonoro, comentado por nosotros en otro lugar. También ha sido anunciado un proyecto inminente de grabación y edición de un disco “pop” de zarzuela, donde célebres cantantes actuales interpretarán grandes temas del repertorio versionados según su propio estilo, en un intento de aproximar la zarzuela a la gente joven. Varias instituciones se han ido sumando en tiempos recientes a la celebración del cumpleaños del teatro de la calle Jovellanos con sendas publicaciones editoriales. Así por ejemplo la Fundación de la Zarzuela Española dio a la luz a lo largo de los últimos tres años otros tantos volúmenes de una monumental Historia del Teatro de la Zarzuela de Madrid, a cargo de Emilio García Carretero, ex-miembro del coro titular. En esta obra se recoge de manera historiada una relación cronológica de los espectáculos representados en el teatro durante sus 150 años de vida, con especial dedicación a los estrenos y con un tercer volumen más grueso –ya que se corresponde con los años donde el autor escribe en primera persona–. En fechas muy recientes la aludida fundación ha sacado a la venta un DVD con guión del propio García Carretero que trata de resumir sus tres volúmenes en más de cuatro horas de reportaje, y en el que a una abundante documentación gráfica se une un rico e inédito muestrario audiovisual procedente entre otros lugares del “NODO” (el célebre Noticiario Documental que se proyectaba en los todos los cines españoles durante la dictadura franquista) o del archivo del propio teatro historiado. El Instituto Complutense de Ciencias Musicales por su parte acaba de sacar a la luz el libro Francisco Asenjo Barbieri: Crónica de la lírica española y Fundación del Teatro de la Zarzuela, 1839-1863, que incluye textos de Barbieri (ya publicados antes en el segundo volumen de la biografía del gran compositor y musicólogo publicada por Emilio Casares) dedicados a glosar el teatro lírico español de los años centrales del siglo XIX; el libro cuenta con un estudio preliminar a cargo del insigne biógrafo de Barbieri y la publicación se complementa con un generoso aparato gráfico y con una relación de las obras estrenadas en el teatro homenajeado.
Los primeros estudios musicológicos modernos sobre zarzuela (romántica) se remontan al comienzo de la década de los noventa con la creación del Instituto Complutense de Ciencias Musicales (ICCMU) que viene dirigiendo desde entonces el profesor Casares Rodicio. La actividad científica de esta institución, que ha sido constante durante estos más de quince años de trayectoria, se ha traducido en numerosas publicaciones que han venido a cubrir un panorama bibliográfico relativamente yermo. La bibliografía de zarzuela tiene tres grandes hitos: Las actas del congreso internacional celebrado en 1995 La Zarzuela en España e Hispanoamérica. Centro y periferia, 1800-1950 (publicadas en 1997 en la revista Cuadernos de Música Iberoamericana), en las que, además de marcarse las líneas maestras de los campos de estudio musicológico hoy en día abiertos en el ámbito de la zarzuela, se proporciona una utilísima y exhaustiva bibliografía sobre la materia; el monumental Diccionario de la Música Española e Hispanoamericana (1999/2002) publicado por el ICCMU, donde todos los compositores de zarzuela tienen su correspondiente entrada que siempre recoge la totalidad de su catálogo compositivo, y el referencial Diccionario de la Zarzuela. España e Hispanoamérica, Vol.1 y Vol.2, editado por este mismo instituto en 2002/03 y que acaba de ver salir su segunda edición, signo de la extraordinaria recepción de que ha gozado. Además, en los últimos tres lustros han ido surgiendo importantes monografías sobre compositores zarzuelísticos (Barbieri, Arrieta, Chapí, Bretón…) a cargo de distintos musicólogos; varios investigadores están realizando actualmente tesis doctorales o trabajos de similar índole sobre otros tantos autores (Hernando, Oudrid, Fernández Caballero, Chueca…) o sobre aspectos variados del género que esperamos que en breve rindan como fruto la publicación de las correspondientes monografías. Saliéndonos del ámbito estrictamente académico, varias obras de abultada tirada y gran distribución han jugado un importante papel divulgativo entre los aficionados españoles o extranjeros. El crítico Roger Alier lleva muchos años dedicado a dar a conocer la historia del género zarzuelístico a través de diversas publicaciones que bajo diferentes títulos o ediciones conforman prácticamente una única obra, que además se puede considerar una suerte de antecedente del propio diccionario del ICCMU; la más reciente muestra de este trabajo es el volumen La zarzuela editado por Ma Non Troppo. La aparición en el panorama editorial anglosajón de la obra The Zarzuela Companion ha resultado, por su parte, de capital trascendencia en la difusión internacional de la zarzuela; en ella Christopher Webber consigue aunar un enorme rigor informativo con una visión totalmente personal del fenómeno estudiado sin perder en ningún momento la amenidad que una obra de esta naturaleza exige. Completan el panorama bibliográfico más reciente algunos estudios musicales, literarios o sociológicos del género, resultado del trabajo de profesores universitarios de diversos campos y orígenes geográficos (Alberto Romero Ferrer, Carmen del Moral Ruiz, Antoine Le Duc, Janet L. Sturman, Serge Salaün, etc…) así como las aportaciones más breves vertidas por diversos especialistas en los bien documentados artículos que enriquecen los bellos programas de mano editados por el Teatro de la Zarzuela para cada producción lírica que allí se exhibe.
El activo ICCMU ha llevado a cabo desde 1992, una ingente labor editorial paralela a la tarea investigadora, contabilizándose hasta el momento cuarenta títulos de zarzuela, veinte de ópera española y diez de teatro musical hispano del barroco editados por vez primera en la historia en su versión orquestal, hecho éste de indudable trascendencia. Esta serie de ediciones, que se abrió con un título emblemático para el género lírico español –la fundacional zarzuela en tres actos Jugar con fuego–, recoge obras de muy variado signo; en muchos casos son piezas que han gozado de una extraordinaria popularidad en las que la falta de una edición orquestal empezaba a ser una grave limitación para su difusión (como por ejemplo El barberillo de Lavapiés, La revoltosa, La corte de Faraón , Luisa Fernanda y un largo etcétera) mientras que en otros casos se trata de obras completamente olvidadas dotadas sin embargo de enorme valor músico-teatral (léase El juramento, El grumete, La venta de Don Quijote o La mala sombra) que de esta manera son rescatadas de un injustísimo olvido de décadas. En muchas ocasiones la actividad editora del ICCMU está en estrecha comunicación con el Teatro de la Zarzuela o incluso con diversas compañías –por ejemplo Ópera Cómica de Madrid para el caso de Mis dos mujeres…–; de hecho a día de hoy prácticamente todo título que pasa por las tablas de la calle Jovellanos es montado de acuerdo con nuevas ediciones, preparadas con la conveniente antelación. Aun así todavía quedan muchas obras del repertorio básico –formado por unos dos centenares de zarzuelas– sin editar, por no decir cuántas obras olvidadas de ese corpus total –que se acerca a las quince mil– esperan su recuperación, que en la edición tiene un primer paso que garantiza que la aproximación a ellas no sea ocasional y pueda volver a repetirse. Además, el ICCMU tiene una segunda línea de edición de lírica española, la de las reducciones para canto y piano. Si bien en este caso la iniciativa no es tan novedosa (puesto que se llegaron a editar varios centenares de zarzuelas en este formato en los años de sus estrenos, y además, las de mayor éxito se siguieron reeditando durante décadas) la labor es también importante, especialmente para ayudar a difundir el repertorio entre los cantantes y para favorecer su interpretación en recitales vocales. El propio ICCMU editó el año 2000 un voluminoso catálogo (Archivo Histórico de la Unión Musical Española. Partituras, métodos, libretos y libros) donde se recogen casi todas las versiones “reducidas” de zarzuela, lo mismo de números sueltos que de obras completas, publicadas a lo largo de los siglos XIX y XX por diferentes editores (que de una u otra forma acabaron agrupándose bajo las siglas de la UME). Algunas iniciativas particulares, como la de la Fundación Jacinto e Inocencio Guerrero o la de nuestro editor Christopher Webber (en colaboración con UME-Music Sales Ltd.), han permitido la aparición de sendas colecciones de romanzas con acompañamiento de piano (la primera con ocho volúmenes dedicados íntegramente a la obra lírica del compositor de Ajofrín y la segunda, de momento con cuatro entregas, pero con el aliciente de contar con una traducción inglesa cantable de las letras de una nutrida selección de fragmentos vocales provenientes de diversas obras del repertorio de zarzuela). Diferentes instituciones (como la Sociedad Española de Musicología o la Institución Fernando el Católico) han promovido por su parte la edición de obras de teatro musical del período barroco. Sin embargo por el momento nadie al margen del ICCMU se ha animado a editar por su cuenta ninguna zarzuela romántica. En cuanto a la edición de libretos de zarzuela -algo que es demandado fundamentalmente por los aficionados como una forma más completa de aproximarse al hecho zarzuelístico, especialmente como complemento a la audición en disco- tan sólo podemos contar alguna recopilación moderna de obras de género chico (a cargo de Alberto Romero en Ediciones Cátedra y en el Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz, o en obras completas de autores como Arniches) o algunas monografías sobre zarzuelas en las que se incluye el texto (en la editorial Daimon, descatalogadas, con un equipo de autores dirigido por Roger Alier o en la editorial Ledoria a cargo de José Prieto Marugán). Palía esta carencia bibliográfica la labor editorial de los principales teatros líricos, donde descuella la del Teatro de la Zarzuela, con sus impagables libros-programas. Para facilitar el acceso de los aficionados al género debería procederse cuanto antes a una reedición sistemática de todos los libretos de las obras del repertorio en publicaciones accesibles.
Tras unas décadas de enorme fertilidad (desde los años cincuenta a los setenta) en las que se grabó un considerable número de títulos del corpus zarzuelístico básico, los años ochenta y noventa vieron grabaciones esporádicas que respondían a iniciativas aisladas. Tan sólo aspiró a tener un cierto perfil programático el proyecto emprendido por el sello Auvidis y la Fundación Caja de Madrid para crear una nueva colección de zarzuela en cedé, pero el pequeño número de lanzamientos impidió que ésta alcanzara pleno sentido de serie. El nuevo siglo ha traído un esperanzador incremento de la actividad fonográfica a pesar del anquilosamiento general de la industria discográfica clásica. La casa Deutsche Grammophon (parte de Universal Music Group) ha recogido con ilusionante energía la antorcha de Auvidis. Se trata de la primera ocasión en tiempos modernos en que una gran compañía discográfica ha prometido grabar zarzuela de manera sistemática, aunque por el momento sólo ha sacado tres álbumes y un cuarto (con Agua, azucarillos y aguardiente y La tempranica) está a punto de comercializarse. Desde aquí animamos a esta empresa y a las instituciones que la apoyan a intensificar el ritmo de grabación y conseguir a lo largo de las próximas dos décadas emular la labor de la era Argenta. La discográfica Naxos, también de amplísima distribución internacional, ha sacado recientemente su primera (y a buen seguro que no última) grabación completa de zarzuela, El caserío, si bien su marca “cara”, Marco Polo, ya había publicado antes varias óperas vascas (Amaya y Mendi Mendiyan) con el mismo equipo artístico así como la María del Carmen de Granados. Por otro lado conmemoraciones varias han dado pie a la aparición de grabaciones de obras poco divulgadas (El centro de la tierra, El hijo fingido…). En total han sido una veintena los títulos zarzuelísticos grabados desde la aparición del disco compacto, cifra que se nos antoja demasiado pequeña (aunque logra superar la treintena si le sumamos las grabaciones modernas de ópera española o la cuarentena si a estas últimas añadimos los más recientes registros de zarzuela barroca o de tonadilla escénica). Además, desde la aparición del disco compacto a mediados de los años ochenta, las casas BMG y EGREM han procedido a reeditar de forma intermitente parte de sus catálogos de LP’s zarzuelísticos; se trata una política a aplaudir que no debería cesar, ya que esas grabaciones nunca antes habían sido publicadas en dicho soporte. Hay que constatar no obstante que las más recientes ediciones de BMG no son todo lo cuidadosas que cabría desear, con una anticuada presentación gráfica, pobrísima información documental, ausencia de los textos cantables y un sonido que no hace justicia al de los discos microsurco originales. El capítulo de grabaciones videográficas de producciones de zarzuela editadas en soporte DVD no es demasiado activo en comparación con el efervescente, en este aspecto, mundo de la ópera: Ópera Cómica de Madrid ha sacado ya Mis dos mujeres y un bello programa doble con Agua, azucarillos y aguardiente y El bateo, y tiene más títulos en proyecto; el Teatro Real ha contribuido por su parte publicando la reposición de El dúo de La africana de José Luis Alonso o la reciente Luisa Fernanda de Emilio Sagi (disponible en cualquier rincón del planeta al ser distribuido por ArtHaus). Algunas producciones del Teatro de la Zarzuela, no concebidas inicialmente para su comercialización, han salido al mercado también en DVD; sin embargo no poder disfrutar de algunos de los más emblemáticos montajes de este teatro (Los sobrinos del capitán Grant, La del manojo de rosas, Don Gil de Alcalá, Pan y toros y tantos otros) que a buen seguro arrasarían entre un público ávido de novedades, es algo imperdonable. El resto de obras publicadas en este formato audiovisual proceden de tomas directas llevadas a cabo en montajes de la compañía de José Luis Moreno, del festival de zarzuela de Las Palmas de Gran Canaria o del teatro del Jarvis Conservatory (en Napa, California, EE.UU.) y están muy distantes de los estándares de producción de las antes mencionadas aunque permiten multiplicar notablemente el repertorio grabado. En cuanto a las películas basadas en zarzuelas, apenas se puede añadir ninguna novedad salvo la reedición en soporte devedé de algunas cintas de épocas anteriores, por ejemplo la célebre serie dirigida por Juan de Orduña para la televisión o un título cinematográfico mítico, La dolorosa de Jean Grémillon. Los recitales modernos tanto en disco como en video han sido relativamente numerosos. Cantantes españoles e hispanoamericanos como María Bayo (con la zarzuela barroca), Ana María Sánchez, Carlos Álvarez, Ainhoa Arteta, José Bros, María José Montiel o Rolando Villazón han teñido con su propia personalidad las romanzas más conocidas y alguna que otra apetitosa rareza rescatada para la ocasión, sumando un variado panorama que en todo caso se limita a complementar al rico legado de recitales grabado en la etapa anterior por los nombres legendarios de la lírica española. No podemos dejar de mencionar aquí a la soprano Noëmi Nadelmann que recientemente ha protagonizado una singular empresa grabando a las órdenes de Thomas Herzog el primer recital de zarzuela que no cuenta con participación hispana (para el pequeño sello independiente alemán Genuin), lo que es un claro signo de la madurez del género. Cerramos nuestra visión panorámica de lo que hoy se graba con una serie de discos heterogéneos de gran interés que abarcan desde una recopilación de coros, preludios e intermedios (también en Naxos en lo que con casi total probabilidad es el disco de zarzuela de más amplia distribución de toda la historia de la fonografía y la primera vía de contacto con el género de una enorme cantidad de melómanos) hasta ediciones dedicadas de manera monográfica a algún compositor (como Barbieri, Alonso o Guerrero) pasando por versiones para banda o para diversas agrupaciones de cámara (donde descuella el Ensamble de Madrid). Otro aspecto de capital importancia es la edición moderna de grabaciones antiguas (en pizarra) de zarzuela y revista a cargo de discográficas que con enorme amor a este repertorio y época han ido recopilando fragmentos para tratar de reconstruir títulos o de dar un visión más amplia de un autor o de un intérprete. Así Blue Moon, Aria Recording, Homokord y las colecciones de revista musical hispana de Gardenia-Ventura y de Sonifolk, suman un impresionante catálogo de grabaciones que tan sólo es la punta del iceberg de lo que se grabó entre 1900 y 1950 (y que espera un lento pero imprescindible desvelamiento completo). De todo lo grabado en este último cuarto de siglo, no todo tiene, desde luego, el mismo valor. Las obras de repertorio (que ya contaban con grandes grabaciones) han sumado en algunos casos un registro más, con el único “gran” aliciente de un sonido moderno; excepciones a esto son la Doña Francisquita de Kraus y Bayo o la Tabernera de Domingo y esta misma soprano navarra. En el caso de las escasas grabaciones inéditas, el valor documental destaca por encima del resultado artístico, en cualquier caso correcto, de las mismas. Por otro lado, la restringida distribución de los discos de sellos españoles como Autor o RTVE-Música (el más activo en zarzuela después del proyecto Auvidis-Deutsche Grammophon) y de las colecciones de grabaciones de pizarra hace difícil su acceso a los aficionados tanto en España como en el extranjero. Este aspecto debería desde luego ser corregido, aunque sea a través de la venta por internet; con él no sólo se conseguiría ampliar considerablemente la difusión de estas grabaciones sino que además se lograría que éstas tuvieran una mayor rentabilidad económica –pues no debe desestimarse la importancia de su venta tanto dentro como fuera de España–.
Desde los años ochenta, con la democratización de la vida pública española y la apertura del país a Europa y al mundo, se han dado pasos agigantados en lo que a política cultural se refiere. Una enorme inversión económica ha dibujado a lo largo de toda la geografía hispana una impresionante red de auditorios y teatros (para el caso de estos últimos con la construcción de nuevos espacios, pero sobre todo con la cuidadosa recuperación, para posibilitar su uso escénico, de emblemáticos edificios antiguos) a la que se ha sumado la creación de un nutrido grupo de conjuntos orquestales y corales y la consolidación de los ya existentes. De este modo a temporadas líricas más o menos arraigadas como las de Bilbao y Oviedo en la cornisa cantábrica o las de Las Palmas y Tenerife en las islas Canarias se han unido nuevos focos de importancia como Sevilla, Jerez de la Frontera, Sabadell o Valladolid (aunque hay que decir que algunos de ellos eran, no obstante, herederos en grado variable de una tradición músico-teatral que se remonta a décadas o incluso a siglos). Todos estos centros líricos tienen una temporada operística con al menos cuatro títulos anuales donde casi siempre una producción es de zarzuela. Excepciones que “mejoran” la regla son los casos de las dos capitales canarias y de Oviedo donde la existencia de sendos festivales de zarzuela “exime” al correspondiente ciclo de ópera de la inclusión de títulos zarzuelísticos. Otros festivales de zarzuela dignos de mención celebrados en ciudades apartadas del circuito lírico principal son los de Baracaldo (en el País Vasco), Logroño (en La Rioja) y La Solana (en Castilla-La Mancha). Además, toda una larga serie de ciudades programa con regularidad zarzuela en sus teatros “Principales” o en sus multidisciplinares “Palacios de Congresos”. Los dos grandes coliseos líricos del país, el Teatro Real de Madrid y el Gran Teatre del Liceu de Barcelona, acaparadores de una enorme parte del presupuesto público destinado a cultura, tienen completamente olvidada la zarzuela con la ignominiosa excusa de que “no es ópera”. El teatro madrileño se ha aproximado de forma esporádica al género español (desde su reapertura en 1997, tras haber sido sólo sala de conciertos durante décadas, los montajes de zarzuela en él exhibidos se pueden contar con los dedos de una mano si bien esta cifra irrisoria se ha visto ligeramente hinchada con la recuperación concertante o escénica de varias óperas españolas) mientras que el barcelonés ha ignorado totalmente el repertorio zarzuelístico desde su reconstrucción en los años noventa (con una especial responsabilidad incumplida en lo que a la olvidada sarsuela catalana se refiere). La ciudad de Valencia acaba de abrir su gran teatro de ópera, tras tener durante años una actividad lírica totalmente marginal, con la intención de situarse como un referente en el panorama operístico internacional; es de destacar cómo en la primera temporada recién concluida el Palau de les Arts ha sabido hacer un hueco a la zarzuela; en el ya anunciado próximo curso este género también tendrá sitio, consolidando así su presencia desde el comienzo de su andadura. Dentro de esa mencionada dinámica de apertura de nuevos centros de exhibición en toda España (sin ir más lejos en los últimos meses Valladolid ha estrenado un fantástico auditorio y San Sebastián, Palma de Mallorca y Las Palmas de Gran Canaria han reabierto, tras pulcras tareas de restauración, tres bellos coliseos decimonónicos), la Comunidad de Madrid ha ganado en tiempos recientes tres nuevos teatros de muy diferente signo donde la zarzuela tiene o tendrá (así, al menos, lo esperamos), algún vínculo. El Teatro-Auditorio de San Lorenzo de El Escorial se abrió el pasado estío con el propósito de convertir el enclave serrano en un Salzburgo madrileño, y desde su primera muestra el festival veraniego allí celebrado ha incluido la zarzuela. En la ciudad de Madrid el Centro Dramático Nacional ha erigido en la castiza plaza de Lavapiés una segunda sede, el moderno Teatro Valle-Inclán, con dos salas, del que no sólo esperamos que descongestione la actividad del pluri-empleado Teatro de la Zarzuela (que como él es dependiente del Ministerio de Cultura) sino que también pueda acoger experiencias músico-teatrales de variado signo. Casi al mismo tiempo un nuevo Teatro Circo Price ha renacido en la ronda de Atocha para cultivo del arte circense que desde que se echó abajo el viejo Teatro del Circo de la plaza del Rey (donde en 1851 nació la zarzuela como género con la mítica obra de Barbieri más arriba mencionada) sólo podía verse en las dos plazas de toros de la ciudad. El magno proyecto de los Teatros del Canal (futuro Centro de las Artes Escénicas de la Comunidad de Madrid) se tiene que sumar en pocos meses a esta notable cadena de inauguraciones de espacios teatrales. El Teatro de la Zarzuela de Madrid, al que tantos contenidos dedica regularmente este portal, exige no obstante un pequeño comentario. Si bien es innegable que su actividad prioritaria es el género lírico español, y que sus producciones, parangonables a las de cualquier gran teatro de ópera, son un referente en el mundo de la zarzuela, el teatro ofrece una temporada muy limitada con un máximo de cuatro producciones, lo que impide definir una verdadera política programática con la que lograr una adecuada combinación entre la exhibición del repertorio más popular y la exploración de grandes obras olvidadas. Volver a insistir desde aquí en la auténtica necesidad de incrementar, como mínimo hasta el doble del actual, el número de títulos ofrecidos (aplicando fórmulas de eficacia comprobada como son la coproducción o el intercambio de producciones con otros teatros, la programación de títulos más “arriesgados” en versión de concierto, la utilización de una segunda sede para producciones “baratas” con repartos y equipos artísticos jóvenes, la estructuración de la temporada según el sistema de repertorio y estrenos, etc.) es algo de lo que nunca desistiremos. En relación a nuestro primer coliseo zarzuelístico añadiremos a lo ya mencionado que todos los montajes de la temporada son radiados en directo a través de Radio Clásica, la cadena especializada en música clásica de Radio Nacional de España, algo que merece todo tipo de elogios. Sin embargo resulta un contrasentido que estas mismas producciones no puedan ser retransmitidas por Televisión Española (cosa que sin embargo no ocurre con parte de la temporada operística del Teatro Real). De este modo, además de conseguir trasladar de una manera mucho más completa el espectáculo teatral que lo que la radio permite, se conseguiría llegar más allá de nuestras fronteras (a través del Canal Internacional de TVE) y se ayudaría a amortizar los altos costes de las producciones al multiplicar su difusión. La carencia de una temporada zarzuelística completa en el Teatro de la Zarzuela de Madrid es compensada, en la medida de sus posibilidades, por iniciativas varias como el ya consolidado ciclo “Zarzuelas en el olvido” que durante los últimos años viene desarrollándose en el Auditorio del Centro Cultural Conde Duque y donde Ópera Cómica de Madrid ha ido mostrando en versiones concertantes para canto y piano verdaderas maravillas que esperan su montaje escénico para poder lograr su pleno disfrute. No obstante, la mencionada compañía madrileña ha arriesgado todo representando alguna de esas perlas (léase Emigrantes, La señora capitana, El dominó azul, Mis dos mujeres, El relámpago,Gloria y peluca, El barquillero, Los descamisados, etc.) en el Teatro del Bosque de Móstoles (localidad del cinturón sur de Madrid) o en el Centro Cultural de la Villa madrileño, aparte de en otros lugares de España. Este último espacio escénico se ha convertido durante los “Veranos de la Villa” (adelantándose la cita desde el año pasado al mes de junio) en el lugar de referencia de la zarzuela, y por él han desfilado numerosas compañías. Además, el Teatro Español de la capital ha dedicado en los últimos años varias producciones estivales al género (con protagonismo absoluto del quintaesencial Sorozábal) y diversos espacios abiertos de la ciudad (la corrala de la calle Mesón de Paredes, la muralla árabe, los jardines de Sabatini, etc.) han permitido sacar la zarzuela a la calle con propuestas más desenfadadas y festivas. Coincidiendo con las primaverales fiestas de San Isidro el Ayuntamiento madrileño ha promovido dos grandes montajes pop de zarzuela cuya modernidad y espectacularidad no han sido los aspectos más polémicos; si el objetivo era atraer nuevos públicos, algo loable y de facto logrado, el presupuesto de estos eventos “de un solo día” daba para montar una temporada completa…
Al margen de los llamados festivales de zarzuela antes mencionados (que más bien deberían de ser denominados “temporadas” por el número de títulos programados y por su desarrollo a lo largo de varios meses), no hay que olvidar los festivales generales de música y teatro, normalmente veraniegos, pero no siempre, que enriquecen la cartelera española. Cada vez es más frecuente que la zarzuela se “cuele” en la programación de los mismos, bien como producción escénica, bien en forma de recital lírico, en ese caso normalmente con cantantes “de campanillas”. En algunas ocasiones un evento zarzuelístico ha llegado a adquirir el protagonismo de levantar el telón de alguno de estos ciclos (como ocurrió con Calipso [El joven Telémaco] en Mérida o La verbena de la Paloma en Granada). Por su parte aunque las orquestas españolas apenas programan música escénica (española o no) en sus temporadas de conciertos, no es raro que cada curso algún conjunto tenga una gala lírica extraordinaria con fragmentos vocales e instrumentales –algo que para el caso de la Orquesta Sinfónica de RTVE es una cita obligada anual con su concierto de ganadores de los principales concursos vocales españoles–; en ocasiones algún programa de la temporada de nuestras orquestas incluye además la interpretación de zarzuelas completas en versión de concierto soliendo darse cita en ellos nombres del canto normalmente ajenos al teatro musical, lo que supone una aliciente para acudir a dichos eventos. El mundo de las bandas de música es el ámbito concertístico en el que la zarzuela recibe más atención. De entre las numerosísimas agrupaciones que hay distribuidas por toda la geografía hispana destaca sin ninguna duda la Banda Sinfónica Municipal de Madrid, que en sus ciclos otoñal, invernal, primaveral y estival (repartidos entre el Teatro Monumental y el templete del parque de El Retiro) interpreta un gran número de selecciones, fantasías y transcripciones de zarzuela para banda. La Comunidad Valenciana, con su incontable nómina de sociedades musicales, es en cualquier caso el lugar del mundo donde más zarzuela en concierto se escucha. Como es natural la cantidad de cantantes líricos españoles que ofrece recitales con romanzas u otros fragmentos de zarzuela con acompañamiento de piano es enorme. Además el rango de locales donde estos conciertos tienen lugar es muy amplio: desde pequeños salones de actos de centros culturales o de ayuntamientos hasta grandes salas de conciertos pasando por una heterogénea serie de espacios más o menos idóneos (iglesias, enclaves históricos, etc.)
La lista de compañías privadas que divulgan el repertorio de zarzuela por toda España es larga y de compleja recopilación, ya que a veces vemos a las mismas personas bajo distintas siglas. Es imposible dejar de mencionar sin embargo a auténticos clásicos del mundo de la zarzuela como la Compañía Lírica Española de Antonio Amengual, la compañía lírica de Nieves Fernández de Sevilla, el Teatro Lírico de Barcelona de Josep Maria Damunt o la productora Proyecto Verdi fundada por la pareja Gulín-Blancas. En cualquier caso hay que constatar cómo estas compañías, que desde luego arriesgan mucho dinero cada vez que salen a escena, suelen apostar por “lo seguro”, en la mayoría de los casos con propuestas escénicas bastante ancladas en el pasado y que cada vez resulta menos “seguro” que gusten. Así, por ejemplo, la compañía Miramón Mendi de José Luis Moreno ha dejado tristemente en suspenso un ambicioso e ilusionante proyecto de construcción de un nuevo complejo músico-teatral en la ciudad de Madrid. Pero somos optimistas sobre el futuro artístico del sector privado; creemos que el relevo generacional del público y la natural búsqueda de una identificación estética con las nuevas generaciones de aficionados llevará a estas empresas teatrales a un cambio radical en el planteamiento de sus espectáculos. A todo ello hay que añadir la intensa actividad zarzuelística semi-profesional o aficionada, especialmente relevante en Cataluña y la Comunidad Valenciana pero no exclusiva de estos territorios, con parámetros de producción menos exigentes (por razones presupuestarias) aunque no muy alejados en resultados artísticos de los de algunas compañías profesionales. Unos y otros, compañías privadas y aficionados, son el más relevante instrumento de difusión directa del género fuera del ámbito de las grandes ciudades y de los principales circuitos teatrales.
El apartado de nueva creación es un auténtico yermo si lo que se quiere descubrir es un estreno de zarzuela tal y como históricamente hemos entendido el género. Sin embargo diversas experiencias músico-teatrales que no se adscriben directamente a los estrechos límites de ningún género clásico pueden considerarse en parte herederas o continuadoras de la tradición zarzuelística. Nos vienen a la cabeza obras tan diversas como los musicales de nuevo cuño del grupo Dagoll Dagom o algunas muestras de ópera contemporánea (desde una Luna de José María Cano a un Caballero de la triste figura de Tomás Marco o una Dulcinea de Mauricio Sotelo) sin olvidar ejemplos más clásicos como la “opereta” Virginia vírginis del no ha mucho desaparecido Benito Lauret. Pero es evidente que la zarzuela es de facto un género histórico y como tal muerto. Sin embargo promover su cultivo con una óptica moderna e intelectualmente enriquecedora, lo mismo abordando el repertorio más conocido que llevando a cabo la recuperación de las obras más olvidadas donde el reestreno casi se torna en première, es también una forma de innovar y de salirse del ámbito “museístico” al que la falta de auténtica creatividad constriñe a cualquier intérprete.
La presencia internacional de la zarzuela –a la que nuestro portal [zarzuela.net]contribuye haciéndose eco de numerosas citas concertísticas/teatrales o de los nuevos lanzamientos de CD’s/DVD’s y sobre todo siendo una plataforma de expresión en lengua inglesa a la que se puede acceder desde cualquier rincón del mundo– va ganando importancia con el paso del tiempo. Los recitales vocales internacionales donde se incluye alguna romanza o intermedio orquestal de zarzuela son cada vez más frecuentes e incluso empieza a haber galas de zarzuela (como las dirigidas por Thomas Herzog en Suiza, Austria, Chipre o Alemania). Algunos centros de exhibición y festivales europeos o americanos especializados en el teatro cómico-lírico (por ejemplo, la referencial Volksoper de Viena, el innovador teatro Thalia de Ámsterdam, el clásico festival de opereta de Trieste o el más joven de la Ohio Light Opera, etc.) incluyen con normalidad la zarzuela en sus programaciones en igualdad de trato con la opereta y otros géneros afines. Además, las representaciones de zarzuela, que en algunos lugares de Europa como Alemania, Austria o Francia han dejado de ser algo excepcional, son ya una realidad en cualquier país con una mínima tradición lírica, desde Italia hasta Japón. El caso de los Estados Unidos es singular puesto que a pesar de ser un país mayoritariamente anglosajón, la importancia demográfica de su colonia hispana ha propiciado que desde hace casi un siglo la zarzuela sea una manifestación cultural cotidiana; Nueva York, Santa Fe y diversas ciudades de Florida tienen centros de exhibición que programan zarzuela con regularidad en montajes frecuentemente –aunque no siempre– muy tradicionales a los que acude un público fiel. Evidentemente no se puede olvidar a Hispanoamérica, donde el género ha gozado de una tradición continuada desde los mismísimos años 50 del siglo XIX cuando numerosos compositores y compañías españoles empezaron a viajar allí para divulgarlo. Aunque no disponemos de mucha información al respecto, intuimos que a día de hoy la zarzuela se cultiva con una cierta normalidad en países como Argentina, México o Perú, donde existen temporadas estables y compañías especializadas. Muchos países hispanoamericanos (y también Filipinas) han sido a su vez generadores de formas autóctonas de zarzuela, si bien esos repertorios han sufrido peor el paso del tiempo allí que la propia zarzuela española. Es tarea obligada de la Musicología hispanoamericana estudiar estas escuelas “nacionales” de zarzuela, posibilitando con ello la recuperación y difusión de sus más importantes títulos. Pero este interés internacional por la zarzuela encuentra no pocos obstáculos cuando los promotores teatrales o musicales intentan materializarlo en forma de representaciones o conciertos. Nos consta que la SGAE, sociedad que gestiona la práctica totalidad de las obras líricas españolas, no siempre responde con agilidad a los teatros, orquestas o intérpretes que desde lejanos lugares pretenden, ilusionados, poner en escena una zarzuela o interpretar alguna romanza o intermedio. La obtención de materiales orquestales o la gestión de los derechos y el pago de royalties, suelen ser tareas farragosas que en muchas ocasiones desaniman al promotor cultural y le hacen desistir de programar este repertorio optando por otros más trillados pero más accesibles. Es obligación de quienes en teoría velan por los intereses de los autores (hoy en día de los de sus herederos), favorecer al máximo la interpretación del magno patrimonio músico-teatral que custodian; no pueden funcionar como si fueran un ministerio...
Teniendo presente toda la actividad aquí recogida no resulta difícil concluir que la zarzuela está, en algunos sentidos, más viva que nunca. Aspectos diversos como una cada vez más variada, desprejuiciada y creativa puesta en escena o como el crecimiento imparable en el conocimiento científico multidisciplinar del género, están favoreciendo la programación de zarzuela en ámbitos geográficos o culturales hasta hace poco tiempo impensables en unas condiciones técnicas y artísticas excepcionales. No se puede obviar el importante salto cualitativo que se ha producido en la conceptualización de la zarzuela, como espectáculo y como género, por parte del público. Las generaciones de españoles nacidas después de la guerra (es decir la gente de hasta 65 años) ha vinculado sistemáticamente la zarzuela al franquismo, unos porque durante ese período vivieron el cultivo nacionalista del que ésta fue objeto, los restantes porque les han llegado algunos ecos del mismo. Y ligar este teatro musical a esa etapa aciaga de la historia española supone, sin duda, dotarlo de unos valores tradicionales (con lo que eso implica de positivo pero sobre todo de negativo) a la vez que teñirlo de una estética pasada de moda. La práctica performativa iniciada a mediados de los años ochenta por hombres de teatro de la talla de José Luis Alonso, Adolfo Marsillach o Francisco Nieva y felizmente continuada hasta nuestros días por toda una pléyade de registas más jóvenes ha conseguido cambiar la percepción del fenómeno zarzuelístico por parte no ya del público, sino de la sociedad española en general; los valores culturales inherentes a este teatro con música han sustituido al polvo que la coyuntura histórica había depositado sobre el mismo. En cualquier caso, por mucho que la Musicología haya avanzado tanto en tan poco tiempo, esto sirve de poco si los obstáculos burocráticos o presupuestarios impiden que ese patrimonio artístico llegue al teatro, a la sala de conciertos o al estudio de grabación; contar con el apoyo económico (y “espiritual”) institucional o disponer de los materiales y permisos legales con agilidad es algo imprescindible para lograr cualquiera de esos cometidos. A nuestro juicio la principal asignatura pendiente que tiene la zarzuela hoy en día es el hacer un verdadero esfuerzo para ampliar el número de grabaciones modernas (tanto discográficas como videográficas) de las grandes obras de repertorio y sobre todo para dejar constancia de los nuevos tesoros que se van redescubriendo. Y es que los públicos de hoy no son sólo aquellos con acceso a los teatros, sino personas de cualquier lugar del país o del planeta que tienen derecho a disfrutar de la zarzuela aunque no tengan un espacio escénico que la exhiba en el lugar en el que viven. Los ridículos complejos de inferioridad que exhiben los teatros españoles de ópera a la hora de programar zarzuela frente a su hermana mayor están según nuestro pronóstico condenados a desaparecer (a este respecto las instituciones operísticas extranjeras no tienen, paradójicamente, tantos prejuicios). A fin de cuentas celebrar 400 años de ópera y olvidar en las celebraciones 150 años de zarzuela (romántica, ya que si contamos desde el Barroco ambas hermanas no se sacan más de cuarenta años) no deja de ser el problema de unos pocos programadores que no se quieren poner las gafas para ver la realidad. © Ignacio Jassa Haro 2007 |