El próximo 28 de febrero se estrenará en los Teatros del Canal de Madrid una zarzuela de la que muy poco o nada se conoce: La malquerida, de Manuel Penella. Estrenada el 12 de abril de 1935 en el Teatro Victoria de Barcelona, se trata de la última zarzuela del amplio catálogo del compositor de Las musas latinas. Además, como en el caso de El gato montés, Curro Gallardo o Don Gil de Alcalá, fue el propio Penella quien se encargó de elaborar el libreto de este drama lírico en tres actos que, como es fácil adivinar, está basado en el drama homónimo original de Jacinto Benavente.
El drama rural de origen –salvaje, emocionante y directo– quedó así transfigurado en una vibrante zarzuela rural (no regionalista) que nos remite a títulos coetáneos como El cantar del arriero de Díaz Giles, Sol en la cumbre de Sorozábal o El ama de Guerrero. Es interesante constatar cómo en su trabajo Penella debió prestar atención a ciertos códigos del género lírico inexistentes en la obra teatral como la inevitable pareja de cómicos, la danza popular o, por supuesto, la presencia de un coro. El resultado final fue el de una zarzuela dramática con momentos de alta intensidad lírica equilibrados con otros números más convencionales, pero inspirados, para los cómicos y el coro. No podemos dejar de citar la serranilla cantada por Esteban acompañado por el coro, su dúo con Raimunda, la pucciniana plegaria de ella o las sabrosísimas coplas coreadas para la tiple cómica que en el tercer acto, por cierto, canta un garbosísimo pasacalle junto a su galán. Como en El gato montés y desde los tiempos de La Dolores de Tomás Bretón, en La malquerida encontramos una copla popular que merodea por toda la partitura y que ya estaba presente (sin música) en el original de Benavente. Una copla que aparece en los momentos más dramáticos de la obra y que sintetiza toda la crudeza del incestuoso drama entre Raimunda, Esteban y Acacia: Con sus catorce números musicales –no muy extensos, pero teatralmente efectivos– y la innegable importancia de su texto dramático, hoy podríamos ver en la adaptación musical de La malquerida algo más que una zarzuela rural a la moda. Para nosotros se trataría de un ejemplo de la modernidad de un autor como Penella que consiguió insuflar nueva vida a un texto teatral de éxito previo a la manera de lo que haría, apenas ocho años después, Oscar Hammerstein II con Green Grow the Lilacs y Liliom para Oklahoma! y Carousel respectivamente, o lo que ya hicieran en 1908 Rudolf Bernauer y Leopold Jacobson con Arms and the Man de George Bernard Shaw para El soldado de chocolate de Oscar Straus. Tras su estreno en la primavera de 1935 (“el más extraordinario registrado en Barcelona desde hace años” según el crítico de El Sol) La malquerida inició una pequeña gira que la llevó por varias provincias del levante español con la misma compañía del Victoria encabezada por Pablo Gorgé y Matilde Martín. Al estallar la guerra civil, como es sabido, Penella partió con su repertorio hacia Argentina y posteriormente a Méjico donde –podemos suponer– la zarzuela sería representada por última vez.
© Enrique Mejías García 2016
* Para su versión de La malquerida, el director de escena Emilio López añadirá una romanza para barítono (‘A verla voy…’) procedente de la zarzuela Curro Gallardo (1934) de Manuel Penella. 11/XI/2016 |