Decca Noche de verano en En el breve documental que se incluye como extra en esta edición Marina Bollaín nos habla de la necesidad de "actualizar" la zarzuela clásica "porque cuando se escribió era algo contemporáneo". Su puesta en escena, un éxito tanto cuando fue montada por vez primera en Berlín como cuando se recreó en la temporada inaugural del nuevo Teatro Auditorio de San Lorenzo de El Escorial [véase la crítica], no deja duda al respecto. A través de un fabuloso escenario en forma de esqueleto a lo13 Rue del Percebe -donde todo el mundo es visible en todo momento sin que haya lugar para la privacidad- los habitantes del barrio de La Latina trabajan, juegan, aman y luchan en un vórtice de música y emoción. La partitura de Bretón ha sido engrosada con salsa y canciones cubanas y con el pasodoble made in Chueca de María Manuela de Torroba. Fue sin duda una auténtica pasada. Sin embargo, el visionado casero del DVD es inmisericorde: despojando al espectador del factor persuasivo del directo la Verbena de Bollaín queda crudamente en evidencia tanto por su convencionalidad teatral como por su estupidez dramática. Más allá de las galas almodovarianas este montaje carece de radicalidad o de verdadera contemporaneidad, resultando un nuevo suma y sigue de horteradas typical Spanish ya periclitadas. El problema radica en que La verbena de la Paloma no es un zombi errabundo en busca de ropas y formas actuales que le infundan vida, sino una comedia en verso clásica llena de aliento que trata con profundidad la condición del alma urbana. El cómo se engalane la obra resulta irrelevante. No afecta para nada a la compleja mezcolanza -tanto de clase social como de edad o de implicación emocional- contenida en el libro de Ricardo de la Vega, que queda apisonada por la imperiosa necesidad de la fiesta. La comparación con la oscura pero convincente visión de Calixto Bieto, con sus esnifadores de coca y sus soeces obcenidades [véase la crítica en inglés] nos muestra la unidimensional trivialidad del acercamiento de Bollaín. Tres ejemplos nos ayudarán a ilustrar lo que decimos. Convertir a Julián en un butanero pasado de moda resta riqueza al personaje original de Ricardo de la Vega, que como cajista de imprenta llevaba implícito el profundo malestar de la clase trabajadora cualificada. Ahora es un mero chaval gracioso, ordinario y barriobajero. Travistiendo a la vulgar vieja verde Tía Antonia en un peluquero se podrían haber obtenido resultados divertidos si con ello se hubiera aportado algo más en relación al personaje, sus motivaciones o su comportamiento. Pero lo único que tenemos es un hombre con faldas. Y peor aún, al hacer de Don Hilarión un treintañero sexi, melenudo y con chupa de cuero, reduciendo su estatus social al de los demás, se eliminan las complejas tensiones entre vejez y juventud, dinero y pobreza y poder e imposibilismo que hacen del argumento y de la música de esta obra maestra algo tan dinámico y universalmente sugerente. Siento resultar un auténtico aguafiestas, especialmente teniendo en cuenta la fortaleza técnica de la producción y la preparación musical de Miguel Roa. Muchas de las interpretaciones -especialmente el ricamente matizado Julián de José Antonio López- son muy atractivas. El habitualmente excelente David Rubiera falla en esta ocasión al intentar dibujar a un Don Hilarión convincente, que está muerto incluso cuando juega con dos patitos de goma en sus cuplés cantados desde la bañera. El Antonio travestido de Federico Gallar resulta paradójicamente plano, aunque cante con gusto la habanera añadida a la partitura. La calidad de imagen y la realización televisiva son discretas pero no ayudan a hacer trascender el carácter efímero y superficial de este espectáculo dictado por la moda. Y para La verbena de la Paloma con esto no es suficiente. © Christopher Webber
2009 Noche de verano en la
verbena de la Paloma, zarzuela en un acto. Música: Tomás
Bretón; libro: Ricardo de la Vega (en adaptación de Marina
Bollaín) in
English 14/XII/2009 |