Hyperion MONCKTON Songs from the
Shows La verdad es que el paso del tiempo pasa factura. Hubo una época en que ninguna estrella brilló tanto como la de Lionel Monckton (1861–1924.) Durante la primera década del siglo sus grandes éxitos estuvieron en boca de la gente, ya viviera ésta en Londres o lo hicera en Viena, París o Berlín. Los títulos de las musical comedies en las que colaboró, Our Miss Gibbs, The Quaker Girl, A Runaway Girl y las demás, fueron conocidos desde Birmingham a Barcelona; su influencia en los compositores de zarzuela-opereta como el anglófilo Pablo Luna lo demuestra claramente. Pero ni siquiera una sátira tan mordaz del estilo de vida del Londres contemporáneo como pueda ser The Arcadians ha conseguido hacerse un hueco entre el repertorio de teatro lírico.
No. El punto débil para muchos radica en los textos, en numerosas ocasiones auténticas amalgamas de lascivia, sentimentalismo y ese infantilismo tan caro a nuestros antecesores de la era eduardiana. Las notas de Lamb se refieren a su ingenuidad pero yo no acabo de estar de acuerdo. He perdido la cuenta de los incontables “little babies”, “little boys” y “little girls”, todos ellos con una picardía modelada en el comportamiento adulto. No es necesario recurrir a Freud para explicar que los “pequeños pitos” y las “pequeñas salchichas” e incluso el “cigarrillo furtivo” de la niña sorprendida “al salir de la escuela en el frescor del jardín” (A Runaway Girl) nos transportan a soterrados magreos: “Mi cabeza giraste No nos confundamos. Que los niños de hoy en día fumen resulta más perversamente impactante que una simple práctica de sexo oral bajo el cobertizo de las bicicletas. Y la insinuación al estilo del género ínfimo se convierte en un gozoso aliño, especialmente si se ajusta, como es el caso, a un delicioso vals vienés, con una introducción y un postludio que hacen una vivaz alusión a la música del fuego de El anillo wagneriano cuando nuestra heroína enciende el cigarrillo. Pero una pequeña dosis de este tipo de cosas da sobrado juego, y el disco no puede evitar tener un aire de uniforme sicalipsis, que sin embargo no tiñe la integridad de cada una de las obras aquí representadas. Cuando Our Miss Gibbs fue recuperada hace un par de años en el Finborough Theatre de Londres el pródigo ingenio que en ella se exhibe abrió los ojos de muchos a la calidad de ese tesoro teatral que hemos decidido despreciar. Las dos canciones de Our Miss Gibbs con que se cierra la selección ofrecida por Hyperion –escritas como muchas de las aquí incluidas para la esposa de Monckton, la incomparable Gertie Millar– son realmente memorables; pero no resultan ejemplos aislados en lo que a calidad se refiere, pues tanto el par de números de The Arcadians como otros muchos fragmentos de este álbum brillan a la misma altura. Sin embargo, como ocurre con los más exquisitos placeres, estos confites de Monckton se degustan mejor con moderación.
Richard Suart se ajusta mejor a los roles cómicos de “fresco” que a los serios de galán, de manera que “When I marry Amelia” y “Beautiful bountiful Bertie” funcionan mejor que los dúos o que la romántica “Pearl of sweet Ceylon”; sin embargo la inteligencia de Suart en asuntos estilísticos compensa su falta de frescura vocal juvenil. Buen gusto e ingenio elegante son los fuertes de Ronald Corp, y a pesar de que hay una cierta uniformidad en sus tempi o de que no consigue extraer más que un tenue colorido en lugar de una aportación entusiasta de orquesta y coro, los resultados no son nunca menos que correctos poniendo de manifiesto el estilo de Bott admirablemente. El ensayo de Andrew Lamb proporciona otro plus, resumiendo los aspectos históricos y la compleja cuestión de las colaboraciones musicales y literarias de Monckton con admirable brevedad. Y ya que sólo podemos aspirar a ver estas obras en el teatro de nuestros sueños, la inclusión de los contextos argumentales de estas canciones resulta impagable. El sonido de impecable balance de Tony Faulkner y la casi total ausencia de grabaciones modernas de Monckton completan el listado de razones para recomendar este valioso disco. © Christopher Webber 2008
2.IV - 21.V.2008 |