Escena de El caserío (foto: Teatros del Canal, 2015)

Teatros del Canal - 50 aniversario de la muerte de Guillermo Fernández-Shaw
El caserío

Música • Jesús Guridi / Libreto • Federico Romero y Guillermo Fernández-Shaw
Producción del Teatro Arriaga
en coproducción con el Teatro Campoamor

(Madrid, 24 de abril de 2015)


Una crítica de Miccone


Casi veinte años llevaba sin representarse El caserío en Madrid. La última ocasión fue durante los Veranos de la Villa de 1996, en aquellas ya lejanas temporadas de la compañía de Antonio Amengual en el Centro Cultural de la Villa, y la expectación, puede entenderse, era máxima: el público de Madrid quiere más zarzuela y las entradas para estas cinco funciones en los Teatros del Canal se han agotado. Esperamos que en el espacio escénico dirigido por Albert Boadella tomen buena nota y continúen apostando por el teatro lírico o que incluso se pueda llegar a plantear una segunda plaza zarzuelística “oficial” en Madrid: ¿por qué no un festival anual de zarzuela con la marca de la comunidad?

Hambre teníamos de Caserío y el banquete ha sabido a poco. Cuatro años después de su estreno, llegaba por fin a Madrid la producción del Teatro Arriaga de Bilbao tras su paso por el Campoamor de Oviedo en 2012. Sin embargo, la propuesta escénica del joven director Pablo Viar ha resultado a nuestro juicio fallida porque, simplemente, contradice los principios dramatúrgicos del texto teatral de Federico Romero y Guillermo Fernández-Shaw trocándolo en un producto estéticamente bello, pero incomprensible y anodino. La práctica “evaporación” del tan agradecido personaje de Inosensia hace que no se explique el fundamental cambio de sentimientos en Ana Mari en el segundo acto. Excesivas mutilaciones en los diálogos tampoco ayudan a entender por qué Santi anuncia su pretensión de casarse en el final del primer acto e impiden que, tan siquiera, se explicite que Txomin y José Miguel se retan como versolaris en el característico “Chiquito de Arrigorri”. Poner en escena una zarzuela es mucho más que ilustrar vistosamente los números musicales del CD con el que la aprendemos en casa. Claro, que cometimos el error de leer el libreto antes de ir al teatro, ¿a quién se le ocurre?…

Escena de El caserío (foto: Teatros del Canal, 2015)

Pablo Viar, a pesar de haber sido asistente de Graham Vick en el sensacionalmente teatral Curro Vargas del Teatro de la Zarzuela, cuando ideó este Caserío tal vez tuviese en mente las propuestas de un Emilio Sagi (a la sazón director del Arriaga), metteur a quien –¿alguien lo duda a estas alturas?– no le gusta la zarzuela. Zarzuela es teatro, musical, pero ante todo teatro. La denominación de “comedia lírica” (tan cara para Romero y Fernández-Shaw desde Doña Francisquita) nos remite a la tradición áurea en la que personajes serios cohabitan el espacio escénico con los cómicos, interrelacionándose y provocando ilusión de realidad. Leyendo las memorias de Guillermo Fernández-Shaw y atendiendo al calculadísimo producto comercial que eran sus libretos escritos al alimón con Federico Romero u otros autores, entendemos que El caserío tiene más que ver con lo que en aquellos años o poco después se produjese en el West End o en Broadway que con Peribáñez o La villana de Getafe. Sin embargo, con puestas en escena tan desnaturalizadas como ésta el resultado final es el de una revista de espectáculo visual con bailes folk de fondo coreografiados por Eduardo Muruamendiaraz, un vestuario limpio de regusto hippster firmado por Juan Ruiz y una iluminación teatral y bella de Juan Gómez Cornejo. Un Caserío para gente chic que pide poco más que pasar un rato agradable cuando va al teatro. Toque lo que toque, caiga quien caiga.

Sabina Puértolas, Javier Franco y el Coro de la Comunidad de Madrid en El caserío (foto: Teatros del Canal, 2015)

La explicación a tal desaguisado, suponemos, es la consabida: se parte del principio de que el libreto de zarzuela es “malo por naturaleza”. Este prejuicio, este auténtico complejo con el teatro musical español, es aún mayor si se trata de zarzuela del siglo XX y no decimos nada si se trata de zarzuela “de alpargata”. Porque es la verdad, El caserío es de alpargata, pero de las alpargatas más finas, elaboradas con el esparto y las cintas más preciosas de lo que fue la última generación de zarzuelistas. Si en El caserío no nos emocionamos a la par que reímos, si no nos agitamos en la butaca con el final del segundo acto (¡no se aplaudió el concertante!), algo falla, señores. Esperemos, pues, que tome nota Pablo Viar y en el futuro atienda más a los mimbres dramáticos de esta clase de zarzuelas; por supuesto que hay géneros y géneros, títulos y títulos, pero lo que nunca puede faltar es el TEATRO.

Sabina Puértolas y José Luis Sola en El caserío (foto: Teatros del Canal, 2015)En el capítulo artístico la función comenzó transcurriendo por el camino de la rutina y concluyó por el de la decepción. El director musical Manuel Coves no fue capaz de domar con su batuta la soberbia partitura de Guridi. En el fiasco participó la Orquesta Sinfónica Verum sencillamente fuera de lugar en un espacio principal como se pretende que sea el Canal. No puede tocarse con tal parsimonia, lentitud y falta de prestancia una partitura que, más allá de sus momentos de ensoñación, debe transmitir el calor de un verano en los montes vascos en los dos primeros actos y la resuelta tensión sexual en el tercero bajo la lluvia. Entre los artistas protagonistas obtuvo un éxito personalísimo cantando José Luis Sola, especialmente en su intensa romanza, ¡aunque actuando seguía interpretando al Fritz de La gran duquesa de Gerolstein! La soprano Sabina Puértolas cumplió con su Ana Mari y fue calurosamente aplaudida en sus dúos y romanza, aunque hay que reconocer que el papel estaba desdibujado a causa de las pautas escénicas. Poco hay que destacar del Santi de Javier Franco, excesivamente “envejecido” actoralmente y simplemente discreto en lo canoro. Fue una auténtica lástima no poder disfrutar más de la veteranía de Loli Astoreka como Eustasia, pero al igual que la Inosensia de Julia Arellano y en menor medida el Txomin de Jorge Rodríguez-Norton su personaje se perdía entre las neblinas de Arrigorri.

Por último, no podemos dejar de alabar el buen hacer del Coro de la Comunidad de Madrid que esperamos poder ver más a menudo afrontando el repertorio de zarzuela. Por su parte, la Aukeran Dantza Konpainia se lució en la espatadantza y en el preludio del acto segundo aunque estéticamente parecía no formar parte de la misma obra, ofreciendo un conjunto coreográfico propio de los Coros y Danzas de la Sección Femenina.

© Miccone y zarzuela.net 2015


Reparto: Tío Santi – Javier Franco, Ana Mari – Sabina Puértolas, José Miguel – José Luis Sola, Txomin – Jorge Rodríguez-Norton, Eustasia – Loli Astoreka, Manu – Eduardo Carranza, Inosensia – Julia Arellano, Don Leoncio – Pako Revueltas; Aukeran Dantza Konpainia; Daniel Bianco (escenografía); Jesús Ruiz (figurinista); Juan Gómez Cornejo (iluminación); Eduardo Muruamendiaraz (coreografía); Coro de la Comunidad de Madrid; Orquesta Sinfónica Verum; Manuel Coves (dirección musical); Pablo Viar (dirección de escena).

Edición de la partitura a cargo de Miguel Roa (Ediciones Tritó)

Producción del Teatro Arriaga de Bilbao en coproducción con el Teatro Campoamor de Oviedo (2011)

Cartel de El caserío (Teatros del Canal, 2015, producción del Teatro Arriaga en coproducción con el Teatro Campoamor)



Jesús Guridi (página biográfica inglesa)
Federico Romero y Guillermo Fernández-Shaw (página biográfica inglesa)
El caserío (sinopsis argumental inglesa)
portada de zarzuela.net

28/IV/2015