La zarzuela chica que hemos podido disfrutar en la refrescante producción recién estrenada es, tal y como reza su calificación genérica, un auténtico “disparate… cómico-lírico”, dicho sea esto con la mejor intención. Chapí y Estremera hilvanan con talento y gracia una historia disparatada con una música no menos loca en la que se funde lo “flamenco” con el “género sagrado” y las obras de los maestros “clásicos”.

Dicho rasgo musical tan singular y al que se le puede sacar tanto partido pedagógico, es el que, con toda probabilidad, ha impulsado a los responsables del teatro de la calle Jovellanos a elegir este título para coproducir junto a la Fundación Caja de Madrid su primer espectáculo dirigido específicamente al público infantil (a través de funciones pedagógicas para escolares y matinés dominicales en familia.) Iniciativa loable y que ha tenido buen poder de convocatoria desde el comienzo, a juzgar por la afluencia masiva de niñas y niños acompañados de sus papás o abuelos en esta otoñal mañana de domingo.

Natalia Menéndez y su equipo creativo han diseñado con esmero un espectáculo de enorme visualidad que es capaz de llegar a chicos y no tan chicos. Las proyecciones y los paneles empleados crean una escenografía virtual y real al servicio de la historia; la inteligente iluminación y el divertidísimo vestuario ideados se unen a ellos aunque poniéndose en este caso del lado de la fantasía evocadora. La logradísima coreografía a cargo de una cohorte de animalitos embutidos en fracs directamente salidos del númen del Mendelssohn de El sueño de una noche de verano (cuya obertura abre la función) y del Beethoven de la sinfonía Pastoral (también citado por Chapí) resulta por su parte un elemento clave en el discurso dramático planteado en escena. La adecuada dirección de actores se torna por lo tanto en un elemento más entre los muchos que la detallista Menéndez atiende y coordina.

La música es quizá lo de menos. O al menos así lo ha entendido el Teatro de la Zarzuela, que ha limitado por cuestiones presupuestarias la participación de su orquesta titular a un pequeño conjunto de instrumentistas. Por ese motivo el compositor y arreglista Juan José Colomer ha elaborado una reducción instrumental a partir de la rica orquestación de la partitura original. Pero al margen de esa pérdida, que afecta a uno de los más notables valores de la obra de Chapí, el director Lorenzo Ramos no ha sabido imponer disciplina entre sus catorce atriles y éstos no se han estudiado bien la lección… algo muy perceptible en los pasajes a sólo, especialmente en la cuerda. Los tres solistas vocales sí que han sabido sumar a su depurada contribución actoral un adecuado estilo de canto (acompañado de una excelente dicción) que han beneficiado al sentido didáctico del montaje. Al final feliz propiciado por la boda (¡Marcha nupcial incluida!) y por el entendimiento entre la música popular y la culta se suma el gozoso triunfo del buen teatro con música, elocuentemente didáctico con su mera puesta en escena.

© Ignacio Jassa Haro 2008

Música clásica (disparate cómico-lírico en un acto). Reparto: Augusto Val (Don Tadeo); Cristina Faus (Paca); Francisco Sánchez (Cucufate); Orquesta de la Comunidad de Madrid; Alfonso Barajas (escenógrafo); Fernando Ayuste (iluminador); María Araujo (figurinista); Mónica Runde (coreógrafa); Mariona Omedes (diseñadora de vídeo); Antonio Mingote (colaborador especial en el diseño gráfico); Natalia Menéndez (directora de escena); Lorenzo Ramos (director musical); Juan José Colomer (arreglista musical)
Ediciones ORCAM. Nueva coproducción del Teatro de la Zarzuela y la Fundación Caja de Madrid, en conmemoración del centenario del fallecimiento de Ruperto Chapí

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portada de zarzuela.net

27/X/2008